26 de julio de 2007

Agur Judas.

Aún recuerdo cuando llegábamos en coche a Hozalla y aparecías tú, tan grande como siempre y sofocado por haber bajado corriendo desde la Risca; las tardes que pasamos juntos tirados en la campa, tú golpeándome en la pierna con la cola y yo haciéndote mimitos detrás de las orejas; los días que aparecías a la hora de la comida, suplicando un trocito de chuleta con esos ojos marrones...
Siempre fuiste un buen perro, fiel, dulce y algo travieso. Tan sólo quiero que sepas que, estés donde estés, siempre te recordaré y que, si algún día vuelvo a Hozalla, no será lo mismo sin ti.

1 comentario:

Antonio Teixeira dijo...

La primera (y última) vez que lo vi daba un poco de miedo, pero después su caracter se suavizaba rápidamente. Quizás se quede como un gentil espectro entre los muros derruidos de la vieja capilla.