27 de junio de 2007

Érase una vez una caja enorme con ruedas.


Este es uno de los regalos que le hice ayer a Antonio (zorionak laztana!), que me ha dado muchos dolores de cabeza (el regalo, no Antonio) pero que finalmente se ha convertido en una caja de la que estar orgullosa.

25 de junio de 2007

4 años... tantos y tan pocos...

Aún recuerdo aquella madrugada: eran las 5 de la mañana y tan sólo estaba Nala en el umbral de la puerta, mirándome intrigada y sin saber que ya no volveríamos a dormir juntas nunca más. Ese día cometí la que fue, y sin duda será, la mayor de las locuras de mi vida... pero en todos los días que han pasado desde entonces jamás me he arrepentido... ni me arrepentiré.
Dejé una habitación llena de recuerdos y una casa que siempre será mi hogar, para trasladarme a 3.000 km y buscar la otra mitad de mi corazón. Encontré eso y mucho más. Ahora tengo dos familias, alejadas en la distancia, pero unidas en mi interior.
Sé que tomé la decisión adecuada, lo demuestran el pequeño anillo que está en mi mano derecha y la sonrisa con la que despierto cada mañana.
Han pasado 4 años intensos, inolvidables y que, sin duda alguna, no son más que el principio de una historia que escribiremos día a día.
Gracias a todos los que me demostrasteis vuestro amor diciéndome que no me marchase, a los que me animásteis a dar el paso y sobre todo a ti cariño, por hacer que todo haya valido la pena.

24 de junio de 2007

El pegamento... ese invento del demonio.

Los pegamentos son criaturas crueles que disfrutan haciéndonos sufrir. Da igual de qué tipo, marca o precio sean... nunca pegan lo que tienen que pegar. Eso sí, lo que tú quieres que se quede separado, lo unen hasta el final de los días.
Cuando yo era pequeña sólo había un par de tipos:
* la cola blanca: esa que se le da a los niños porque, en teoría, no es tóxica... y menos mal, porque yo creo que todos hemos comido un poco alguna vez, pero que ha destruido miles de sueños con forma de manualidades de papel, porque las moja, las arruga y las destruye... qué drama.
* el pegamento de barra: supuesto sustituto de la cola blanca cuando quieres pegar papel, pero que en realidad nunca es permanente, siempre acaba soltándose, sobre todo cuando estás confiado y crees que ya no lo hará.
* el loctite: el pegamento para los adultos, porque cuando eres un niño no te dejan usarlo... y con razón. Ese pegamento sólo hace tres cosas: pegar tus propios dedos entre sí, destruir cualquier superficie que pretendas pegar con él (no importa de qué material sea, se la come; es como si estuviese lleno de bichitos hambrientos... como los que hay en los yogures bio, pero malos) y hacer que, una vez hayas abierto el bote, sea imposible volver a utilizarlo... da igual que lo limpies, lo metas en el frigorífico para que se mantenga mejor (ni que sean huevos), jamás volverás a ser capaz de quitarle el tapón.
* el pegamento universal: sin duda alguna, la gran estafa a la que han sometido a la humanidad... ese pegamento nunca pega. Quizá algún material desconocido por el hombre, de esos que hay en otros planetas... pero desde luego, los que hay en la tierra, no. Entonces, ¿por qué le llaman universal? Si es que son ganas de j...
Pero eso era cuando yo era pequeña. Hoy en día hay millones de pegamentos... que siguen sin pegar. En las ferreterías más elegantes incluso hay una máquina que te somete a un test (¿qué material desea pegar?, ¿interior o exterior?, ¿se ha roto o está nuevo?, ¿aprecia mucho sus dedos?) para decirte cuál es el pegamento idóneo... y ten por seguro que será el más caro de la tienda y el que no tengas en casa, aunque tengas un millón de tipos.
Y tú te fías de la máquina. Piensas "no le he hecho nada, no tiene por qué darme un pegamento inútil"... pero lo hace, está diseñada para ello, para destruir tu ilusión y hacer que tengas que ir al psiquiatra... yo creo que es porque los creadores de los pegamentos están compinchados con los psiquiatras... como los conductores de bus, que está compinchados con los traumatólogos... pero peor.
Así que, si se os rompe algo, tiradlo. O pegadlo con celo. Con grapas, si es necesario. Pero no confiéis en los pegamentos, porque os harán sufrir. Creédme, tengo mucha experiencia en el tema.

16 de junio de 2007

El reloj.

Pues aquí teneis otra de mis manualidades. Este reloj (junto con otros 3 parecidos) lo hice el año pasado, para navidad. El único inconveniente es que la maquinaria mete bastante ruido... pero eso no es cosa mía.

14 de junio de 2007

El coche contraataca.

Y esta vez no es culpa de Murphy. Al menos no directamente... aunque seguro que tiene algo que ver...
No os voy a volver a contar toda la historia del coche porque ya la sabéis (si no la conoces, date una vuelta por las entradas antiguas del blog, está todo ahí). Después del golpe que hizo que se quedase como un acordeón abierto, de llevarlo al taller y de volver a llevarlo, me lo devolvieron. Pero nunca estuvo bien del todo, o al menos eso me parecía a mí. Seguía haciendo mucho ruido y yo sentía como una vibración en el pedal... una cosa rara.
Esta mañana he ido a la Renault y, en resumen, el chico que me ha atendido y que ha flipado bastante cuando le he dicho que el golpe fue tan fuerte que las ruedas rompieron la acera al empotrarse contra ella, me ha dicho que los cabr**** del otro taller no dieron un palo al agua; parece ser que la rueda delantera tiene exactamente lo mismo que tenía la rueda trasera (no te asustes aita, esta no se mueve), pero como yo no les pegué el coñazo con esa (no lo hice porque me dijeron que estaba arreglada, que conste), ni se molestaron en solucionar el problema.
Así que ya veis, voy al taller que me aconseja el seguro y así trabajan. Me parece increíble. Vale, parece ser que no es nada grave (aunque hay que arreglarlo, claro) pero, ¿y si llega a serlo?, ¿y si me pasa algo con el coche porque no está bien?
O la gente es idiota, o no saben con lo que están jugando... aunque es básicamente lo mismo.
Conclusión: ¡¡muerte a "talleres Tano"!!
2ª conclusión: el taller de la renault mola, aunque tenga una lista de espera escalofriante.

Soy una asesina... he matado una mantita.

Fue el otro día. Pero yo no quería, lo juro. Fue sin querer. La culpable de todo fue la lavadora (aunque seguro que Murphy tuvo algo que ver).
Voy empezar desde el principio.
Tengo una "manta de sofá". Por norma general vive sobre una silla, pero por las noches se traslada al sofá y me da calorcito (sé que es Canarias y que aquí nunca hace frío, pero por alguna extraña razón no regulo demasiado bien la temperatura y es agradable poder hacerse un gurruñito con ella y que te caliente los pies). Pero ahora que el calor empieza a ser aún más agobiante y que la temporada de sopita de bolas y pijamas gordos ha pasado, he considerado que era el momento de mandarla a hibernar. Como los osos.
Es grande, con cuadros de colores, suave como el culito de un bebé y como de peluchito. Vamos, la típica manta que todo el mundo debería tener en su vida con prescripción médica. Aunque no te guste taparte con ella. Yo creo que sólo de mirarla ya te sientes a gustito.
Pero antes de guardarla tenía que lavarla. Lo hago siempre, no era mi primera vez. Todo iba normal: un programa corto para que no se marease demasiado, un detergente con un olor rico, extra aclarado y centrifugado para que saliese bien sequita... hasta que la lavadora empezó a escupir espuma por la boca. Como si tuviese rabia. O celos de mi mantita. No lo sé.
Vale, estareis pensando "seguro que echaste demasiado jabón"... quizá, pero un fallo lo tiene cualquiera, ¿no? ¡¡bastante culpable me siento!!
El resultado final ha sido catastrófico. Mi dulce mantita sobrevivió a la aventura... pero está tullida. Ya no es suave. Ya no es de peluchito. Ahora parece la típica manta vieja de hospital, esas que raspan y te hacen heridas en los pies si las tocas estando descalzo.
Y la lavadora celosa, la culpable del estropicio, sigue feliz, como si nada de esto fuese con ella. Me mira altiva desde su hueco en la solana, sabedora de que puede repetir la faena y estropearme el albornoz... ¡¡incluso el edredón!!
Pero sea como sea, yo seré fiel a mi mantita. Aunque raspe. Aunque me desgaste los dedos de los pies y termine como Juanito Oiarzabal. Yo la saqué del carrefour, de un destino de incertidumbre, y no voy a abandonarla ahora.
Siempre te querré, mantita.

12 de junio de 2007

¿Por qué cuesta tanto tirar ropa vieja?

Llevo toda la mañana haciendo limpieza de armario... o al menos intentándolo.
Tengo dos armarios gigantescos en mi dormitorio que, por alguna extraña razón, siempre están repletos; acabo de llenar 3 bolsas enormes con ropa (para tirar, para dar, para reciclar... de todo un poco) y aún así no cabría ni un alfiler en ellos.
Y es algo que me resulta desconcertante, porque te pones a rebuscar y encuentras camisetas o pantalones que no utilizas desde hace 3 años, que es probable que ya ni te valgan, pero te resistes a creer que tienes que jubilarlos.
Sujetas la camiseta entre tus manos, la miras fijamente y piensas: "vale, hace 4 años que no te uso, estás más pasada de moda que los chicles de peseta, pero quizá algún día... si la tierra sufre la invasión de los extraterrestres y aniquilan toda la ropa bonita... si hay un holocausto nuclear y eres la única camiseta que sobrevive a la destrucción... si se quema toda la casa en un incendio pero por algún milagro de la naturaleza no te calcinas... voy a guardarte, POR SI ACASO".
Y así, con toda la ropa.... vamos, que se podría hacer un recorrido de la moda desde los 80 sólo con abrir el armario.
Y eso sin contar la ropa que, por algún motivo, te trae recuerdos. Esa es intocable. Sabes que jamás te la volverás a poner y que tus hijos y nietos te mirarán con cara de espanto cuando descubran que algún día fue tu vestuario, pero te niegas a tirarla.
Así que yo creo que deberíamos ser honestos con nosotros mismo y asumir que la dichosa "limpieza de armario" no es una limpieza real, es más bien pasarte horas recordando historias y dedicarte a mover la ropa de sitio.
Dicen que la materia ni se crea ni se destruye... pues la ropa es igual: una vez que la llevas a tu casa no puedes sacarla de ahí, tan sólo serás capaz de cambiarla de sitio.

5 de junio de 2007

Los días tontos.

Ayer tuve un día tonto, de esos en los que estás enfadado con el mundo y en los que te vas autocompadeciéndo tanto que al final de la tarde sólo tienes ganas de meterte debajo de una piedra y desaparecer.
Son extraños, pero creo que necesarios. Sé que no es bueno mirar al pasado y pretender que algo que sucedió desaparezca, pero hay veces en las que es inevitable pararte a pensar cómo serían las cosas si hubiesen sucedido de otra manera. Quizá no consigas nada más que sufrir y frustrarte, pero a veces sirve para aprender de esas experiencias o para no volver a cometer los mismos errores.
Lo que me resulta más curioso es que en ese tipo de días nada te reconforta: puedes tener a un millón de personas a tu alrededor dándote ánimos o intentando entretenerte, pero nada te va a sacar de ese estado.
Es como el típico domingo en el que estás tumbado en el sofá, tan aburrido que crees que tu cerebro ha entrado en estado de hibernación, pero en el que eres incapaz de mover un sólo dedo para hacer algo, aún sabiendo que si lo hicieses dejarías de estar aburrido.
Pero sinceramente creo que esos días son inevitables... y útiles. Porque vale que el día tonto vas andando por la calle como si fueses un muerto viviente y que todo te parece gris y oscuro pero... ¿qué pasa al día siguiente? Pues que te despiertas y todo te parece mil veces mejor. Sabes que volverás a tener días malos, pero también sabes que después de esos vendrán días llenos de color y que sabrás apreciarlos mejor.

3 de junio de 2007

¿Existe realmente el niño azul de las pelis japonesas?

Hay diferentes tipos de pelis de miedo: están las americanas, que sobre todo van dirigidas a un público adolescente y que más que miedo dan risa; las europeas, que son de diferentes calidades pero que siempre acaban mal; las japonesas, que dan miedo pero cuyo argumento es prácticamente imposible de seguir y comprender; y después están los remakes americanos y europeos de las películas japonesas... que siempre dan mucho miedo.
Pero la cuestión es... si los aficionados a estas pelis sabemos de antemano quién es el malo, ¿por qué nos asustamos tanto? Da igual que la peli se llame "llamada perdida", "el grito", "la señal" o cualquier otro nombre similar, el malo siempre es un niño pequeño, de unos 5 años, con el pelo cortado a lo "cacerola" y azul. Bueno, ese y la chica vestida de blanco, contorsionista (¿por qué no puede bajar las escaleras andando, como todo el mundo?), con el pelo negro larguísimo que le tapa toda la cara y que hace un ruido parecido a una carraca oxidada.
Sólo con suponer que van a salir (y creédme, he visto muchas pelis de este estilo y salen en cualquier momento y lugar) ya empiezas a temblar en el sofá, te vas acurrucando más y más contra el respaldo y tu corazón empieza a latir tanto que parece que se te va a salir por la boca; todo esto mientras te pones las manos delante de la cara diciendo "no quiero verlo, no quiero verlo" y sin embargo sigues mirando por los agujeros que quedan entre los dedos.
Pero lo más desconcertante de todo es: ¿ese niño es real?, ¿no crece?, ¿es un híbrido entre humano y pitufo?, ¿deja de dar miedo cuando no sale en las pelis?
Porque yo me encuentro con ese crío en mitad de la calle, y me muero. Allí mismo. Aunque sólo me haya pedido la hora.
He visto pelis de diferentes años en las que el niño siempre está igual, no cambia... lo sé, lo sé, estaréis pensando "son diferentes actores"... sí, eso sería lo lógico pero, ¿le habéis visto?, ¡¡siempre es exactamente igual!! Quizá tienen una fábrica para clonar el niño azul que daba miedo de la primera película.
Es algo que me asusta y desconcierta.
Pero como soy masoca, seguiré viendo pelis, aún sabiendo que luego no duermo. A fin de cuentas, dicen que el ser humano es el único animal que tropieza con la misma piedra dos veces... y las pelis japonesas son, sin lugar a duda, mi piedra particular.
P.D. Iba a poner algún vídeo en el que se viese al niño-pitufo, pero me da tan mal rollo que no he sido capaz.