19 de marzo de 2010

El primer (y quisiera creer que último) accidente.

Hace un par de semanas, estando con unas amigas hablando del tema niños (ellas no tienen), me preguntaron qué era lo peor de todo y no dude ni por un segundo: lo peor de tener hijos es cuando se ponen malos. Están inquietos, doloridos, sientes que no puedes hacer nada por ellos (o al menos no tanto como te gustaría) y te sientes fatal. Pero ayer por la tarde, muy a mi pesar, descubrí que hay algo peor que eso: cuando tú eres el "responsable" de lo que ha pasado.
Empecemos diciendo que Ixone está bien y que yo, aunque todavía no me quito el susto de encima, ya estoy más tranquila.
Estando en la guardería, todo casi a punto para irnos a casa, no puedo explicar muy bien cómo pasó pero le desencajé el codo izquierdo. Dios. Nunca la había oído chillar así. Se me paralizó el corazón, lo juro. Realmente no sabía muy bien qué le había hecho, pero estaba claro que algo pasaba porque tenía el brazo izquierdo "muerto", sin poder moverlo y caído sobre su cuerpecillo y gritaba como si la estuviesen torturando (en parte era cierto, que yo se lo que duele eso).
¿Qué haces en ese momento? Olvídate de sangre fría y de razonamientos lógicos. La que chilla desconsolada es tu hija de 14 meses, esa a la que tú le acabas de hacer daño (sin querer, obviamente). Y a eso había que sumarle que con nosotras había otros dos niños de 1 y 2 años a mi cargo y con cara de susto.
La cogí en brazos (después de asumir que la avería estaba en el bracito rechoncho de mi niña) y atiné a llamar a mi marido y decirle "ven a buscarme ya, hay que llevar a Ixone a Urgencias". Creo que le quité un par de años de vida sólo con el susto de escuchar a su hija berrear de dolor al otro lado de la línea.
Estuve 10 minutos dando vueltas por la guardería, con la niña en brazos y tratando de no echarme a llorar, al tiempo que le cantaba para que se tranquilizase (mención aparte su valentía: no volvió a llorar nada -salvo cuando se lo colocaron- estuvo relajada, hecha un ovillo en mi regazo y sólo suspiraba de vez en cuando... cuando tenía derecho y motivos para gritar y patalear) hasta que llegaron a por los otros dos niños. No quiero ni pensar la cara de angustia con la que salí a la puerta de la guardería, a decirles que por favor entrasen ellos a por sus hijos por que había habido un accidente con mi hija. Lógicamente no pusieron pegas y, no sólo eso, sino que se ofrecieron a llevarnos al hospital. Al principio dije que no (mi marido estaba de camino), pero la lógica me decía que íbamos a tardar menos y acepté la propuesta (tras avisar a Antonio para que fuese a urgencias directamente). Sólo atiné a cerrar la guardería con llave y a coger el móvil.
Fue el camino más largo de mi vida. Ixone, que no volvió a rechistar (repito que me dejó pasmada su valentía), iba sentada en mi regazo en el asiento del copiloto, con el padre que se ofreció a llevarnos conduciendo (y atajando por donde podía, porque encima había atasco) y tratando de darme conversación para distraerme en lo posible y su hija sentada en la parte trasera, en la silla de auto, con cara de "no entiendo nada de lo que está pasando".
Llegamos a Urgencias y, tras deletrear su nombre completo 3 veces (Ixone Teixeira Ituiño) y reunirnos con Antonio, por fin nos dejaron pasar.

- ¿Qué le pasa a la niña?
- Creo que le sacado un brazo.
- A ver, ponla en la camilla.

Y ahí sí lloró (motivo tenía). Intenté cantarle algo para que se tranquilizase y, aunque realmente lo hicieron en unos segundos y sabía que era por su bien, las hubiese matado a todas por hacerle daño. Pero se lo encajaron. A la primera (creo que mi mayor temor era que le pasase como a mí en su momento). Seguía llorando, pero ya estaba encajado. Me dijeron que saliese fuera, que esperase 5 minutos a ver si se tranquilizaba y observase si movía bien el brazo. Y fue mano de santo. En cuanto cruzamos la puerta de la sala de espera y vio a su padre, le sonrió. Le dimos un llavero (un pato que hace ruido y tiene luces) y se empezó a reír y a zarandearlo de un lado para otro como si no hubiese pasado nada. Con los dos brazos. Los dos.
La que todavía temblaba y lloraba era yo. Pero ella estaba bien. Feliz y contenta. Como si no hubiese pasado nada.
Al de 5 minutos volví a entrar y, aunque se puso como una loca al ver a la doctora (yo hubiese sido incapaz de decir quién era), demostró a manotazo limpio que tenía bien el brazo.
El informe fue rápido "niña de 14 meses, acude por dolor e impotencia funcional en extremidad superior izquierda tras "tirón" para evitar caída". Evité el golpe contra el suelo... pero le saqué el brazo.
No hay secuelas. Por no haber, no hay ni necesidad de darle un calmante. Según la montamos en el coche se puso a aplaudir y, el llegar a casa, ya empezó a gatear como si nada.
Ya ha pasado todo y ella está aquí, pegándole una paliza aun puzzle de madera y tan contenta. No tiene ni un moratón.
Y yo... bueno, se me siguen humedeciendo los ojos cuando me acuerdo y creo que jamás olvidaré el "clack" que oí cuando se le desencajó el codo... pero estoy mejor.
Creo que no actué mal del todo en una situación de estrés y, aunque ahora se me ocurren un montón de cosas que hubiese podido hacer, salí como pude del paso.

27 de febrero de 2010

No ha habido feeling.

Ayer por la tarde estuve en una tienda de azulejos para ver si elegía los del baño y la cocina... menuda experiencia.
El sitio era bastante grande y, como no podía ser de otra manera, estaba lleno a rabiar de baldosas de todos los estilo imaginables: modernas, antiguas, clásicas, grandes, pequeñas... Todo un mundo donde buscar y rebuscar hasta que te vuelves loco y te saturas, con lo que te vas a tu casa hecho un lío y con una comedura de tarro intensa... ¡¡vanos a ello!!
Una señora de la tienda se ofreció amablemente a orientarme en la búsqueda... y no tuvimos nada de feeling. Pero nada de nada. Supongo que por tres razones principalmente:
* Si había dos modelos super parecidos, el más caro siempre era mucho mejor; ¡¡faltaría más!!
* No me escuchó en ningún momento: intenté enseñarle fotos de cosas que me inspiraban y hablarle de mis ideas, pero ella se empeñaba en ir a lo suyo y sólo escuchaba a su compañera, que tenía exactamente la misma visión que ella y a la que sólo le faltaba hacerle la ola cada vez que hablaba.
* La frase "eso no está de moda"... ¡¡¡aaaahhhhhhh!!! Hasta se me subían los colores del cabreo cada vez que lo decía... ¡¡¡me da igual que no esté de modaaaaaaaaaaaaa!!! La que va a tener el baño en su casa soy yo, no una revista de tendencias.
Con todo eso, y después de una semi-discusión porque se me pasó por la imaginación (qué ocurrencia la mía) decirle que para el suelo quería azulejos que no resbalen ("¡¡eso no existe!!, ¡¡tendrías que poner lija en el suelo!!, ¡¡la culpa de que resbale es el jabón, porque sólo hay que limpiarlos con agua caliente!!, ¡¡te vas a quemar en el infierno por pretender no matarte si cae media gota de agua al sueloooo!!"), acabé agotada y con las ideas muy poco claras.
Y así estoy hoy, buscando ideas por Internet (parece ser que mi concepto de "baño pequeño" no es el mismo que el del resto del mundo), haciendo garabatos en el "cuaderno de las reformas" y tratando de olvidar los precios del Leroy Merlin, porque sino le van a dar bastante por saco a la dichosa tienda de ayer.
P.D. Había una sección de azulejos de 15x15 que valían 190 euros el metro cuadrado. Sí, 190 euros, no he puesto un cero de más por equivocación. Bueno, también había otros del mismo tamaño que sólo valían 10 euros... ¡¡la pieza!! Vamos, que por muy pequeño que sea mi baño, creo que alicatarlo con ellos me costaría más de lo que he pagado por la casa completa... ¡¡y sólo son azulejos!!

21 de febrero de 2010

Las tiendas de cocinas.

Las tiendas de cocinas son todo un mundo: tú entras emocionada pensando en lo bonita que va a ser tu futura cocina... y puedes llegar a salir desesperada pensando que eres la persona más rácana sobre la faz de la tierra y que careces por completo de gusto y de sentido común.
Cierto es que dispongo de un presupuesto algo limitado (más quisiera yo no tener andar preguntando el precio de todo, hasta de los tiradores de las puertas) y que quiero un frigorífico americano que es enorme, que aquí no se estila y que le rompe los esquemas a todo el mundo, pero creo que tampoco hay que ser tan cuadriculado, y menos con alguien que es un posible cliente y que se va a gastar unos 6.000 euros en tu tienda, ¿no?

* Tienda 1: "el microondas no queda bien... así que no te lo pongo".

Porque yo lo valgo. Tú le hablas de tus gustos y necesidades y ellos te ponen lo que les sale de las narices. ¿Por qué? Porque sí. Sin más. Yo no tengo la culpa de que mi microondas, al que quiero y adoro porque lleva muchos años conmigo y hace unas alitas de pollo super ricas, sea un poco culón. Cada uno es como es, ¿no? Pues a la señora de la tienda de cocinas le pareció fatal y decidió que, como no podía ponerlo donde ella quería, no se ponía y ya está.
Del frigorífico ni hablamos, claro. Después de mirarme como las vacas al tren e insinuar que me había vuelto loca por querer meter semejante mole en una cocina "grande, pero no tanto", se resignó y lo metió en el diseño. No le quedó más remedio.

* Tienda 2: "el diseño más feo que he visto en mi vida".

Sin entrar en detalles sobre el microondas, que nuevamente fue motivo de disputa (¡¡que no, que no me voy a comprar otroooo!!) y que acabó colocado en un sitio de lo más extraño y antiestético, ch una cocina fea de narices. Pero hasta límites insospechados, ¿eh? Y mira que en apariencia son todas iguales (o parecidas). Pues esta no. Esta era horrible. No sé si era por los colores, por la distribución o por una mezcla de ambas cosas, pero es que era tan fea que daba la sensación de estar vacilándonos.
Y con el frigorífico más de lo mismo. Según la chica todo eran inconvenientes... mira guapa, no me vendas la moto que he tenido uno durante 5 años y es el mejor invento del mundo. Me da igual tú opinión.

* Tienda 3: "yo a mis clientes nunca les pongo nada que no sea carísimo".

Mira que entré en la tienda con la sospecha de que iba a ser todo carísimo... y acerté, pero no dejó de sorprenderme. Soy pobre, qué le voy a hacer. Y me ofenden frases del estilo: "yo pongo todo en una gama alta porque ya si quieres que sea todo barato y malo hay tiempo para cambiarlo". Las puertas cumplen su función, cueste 20 euros o 300. Que yo sepa por muy cara que sea la cocina no hace la comida sola, ni barre de manera automática ni nada por el estilo.
El diseño... bueno, ¿cual de los dos?
a) Lo que yo le pedí: electrodomésticos blancos a la vista, que son más baratos y funcionan igual de bien que los otros; una encimera normalita, que tampoco es que sea regalada; muebles de color naranja, porque siempre he querido tener una cocina naranja y soy yo la que la va a pagar; y mi extraño microondas y su amigo le mega frigorífico.
b) Lo que a ella le gustaría hacerme: una cocina blanca inmaculada con una puerta verde (podía haber disimulado y ponerla naranja, ¿no?), electrodomésticos ocultos, una encimera super cara y, cómo no, un frigo normal. ¡¡¡¡Que me voy a comprar uno americano os guste o noooooo!!!! Parecía sacada de un híbrido entre catálogo de cocinas y una arielita. Y creo que se dio cuenta de que su diseño no era mi estilo... más que nada por la cara de idiota que se me debió de quedar al verlo.

* Tienda 4: "por favor por favor por favor... sólo quiero que me escuches".

Casi mi última esperanza antes de quedar absolutamente traumatizada con el tema cocina (que dios me de fuerzas para enfrentarme al tema baño). Me atendió una chica simpática que... ¡¡me escuchó!! Puso cara rara con lo del frigorífico (pero luego me dijo que le parecía estupendo y que ella se compraría uno si tuviera sitio donde meterlo) y anotó las medidas del microondas sin rechistar. Bien empezamos. No me repitió hasta la saciedad que hoy por hoy no se llevan nada las cocinas naranjas (cosa que, sinceramente, me la trae bastante al pairo); estuvo de acuerdo conmigo en que, aunque los metalizados sean más bonitos, los electrodomésticos blancos son mucho más rentables; y no tuvimos que discutir sobre el grosor de la encimera.
Vamos, que salí encantada... y lo estuve aún más cuando un par de días más tarde me enseñó el diseño... del que os hablaré en el siguiente post, que va para largo.

¡¡¡Por fin tengo tienda de cocina fichadaaaaaa!!!

P.D. Por si a alguien le extraña que no me haya ido directamente a Ikea... fui. Y flipe. Y me encantó (estética y, sobre todo, precio). Pero mi cocina nueva tiene una columna a la altura de los fuegos y, al no tener armarios a medida, no terminaba de cuadrar bien. Con todo el dolor de mi alma, queda descartada :(

19 de febrero de 2010

Me llamo Naiara y soy adicta a las reformas.

O eso es, al menos, lo que debe de pensar parte de mi familia y los gremios que hace poco más de un año me reformaron la casa y a los que he vuelto a contratar para reformar... ¡¡mi casa nueva!!
Vale, todavía no es legalmente mía (por la señal que he dado creo que sólo me pertenece el felpudo y la manilla de la puerta), pero yo la siento como si lo fuera.
Y es que mis vecinos "han ganado", qué se le va a hacer. Hemos decidido que, o nos medicamos, o directamente los matamos a ellos... y como no estamos por la labor de que nuestra hija crezca viendo a sus padres entre rejas, poco después de Año Nuevo nos volvimos locos y pusimos la casa a la venta.
En dos semanas estaba vendida.
En dos semanas habíamos encontrado una casa para nosotros. Más grande. Más luminosa. En mejor calle (del mismo barrio). Y con un feeling que te mueres. Tanto, que Ixone se pone super contenta cada vez que está dentro. Esta niña mía es muy lista.
Y ahora toca la guerra... de nuevo. Vale que esta vez no estoy embarazada de 8 meses, pero tengo un bebé de 13 meses que no se puede ir a vivir debajo de un puente, así que ya he empezado a meter presión a los obreros... ¡¡tenéis mes y medio para hacer todoooooooo!!
Qué estrés. Qué locura. Todo sea por mi salud mental... y por la de mi familia.
Informaré de la reforma, de la extraña experiencia de enfrentarse a todo el mundo por un frigorífico y de todas esas cosas que acarrean las reformas... ¡¡viva el caos!!

P.D. Después de casi un año... ¡¡he vuelto!!