2 de mayo de 2009

Mis queridos vecinos.

Mis queridos vecinos, que acostáis a vuestros pequeños gemelos de dos años a las 11 de la noche en los días "normales" y más tarde de las 12 en los fines de semana y festivos.
Mis queridos vecinos, que dejáis vuestras cosas en el rellano de la escalera como si fuese parte de vuestra casa y no una zona común en la que no debería haber nada.
Mis queridos vecinos, que hacéis fiestas en vuestra casa de 40 metros cuadrados invitando a toda la familia y haciendo partícipes (involuntarios, por supuesto) de vuestras celebraciones al resto de los que vivimos en vuestro mismo edificio.
Mis queridos vecinos, que pasáis la aspiradora a las 10 de la noche aún sabiendo que el suelo de la casa es de madera y molestáis a todo el mundo.
Mis queridos vecinos, que despertáis a mi pobre hijita por culpa de vuestros ruidos y brusquedades.
Mis queridos vecinos, que parece que participáis a diario en una competición de portazos.
Mis queridos vecinos, que no sentís respeto por nada ni por nadie. Que sois motivo de mis más profundos y malvados pensamientos. Que inspiráis maldades diversas en mí.
Mis queridos vecinos... algún día venderé esta casa (o la alquilaré) y buscaré a un nuevo inquilino ruidoso, sucio y maleducado para que os haga companía. Para que os sintáis como en casa. Para que, en definitiva, viváis con gente de vuestra calaña.
Mis queridos vecinos...

28 de febrero de 2009

El fin del mundo.

El fin del mundo ya está aquí. Y no lo digo porque lo haya dicho algún loco en la tele, sino porque ayer por la tarde fui testigo directo de la más temida profecía: llovieron zapatos del cielo. Bueno, para ser más exactos debería decir que era calzado de niño y que caía desde la azotea de una edifico de unas 6 plantas, pero a todos los efectos el resultado era el mismo: todo el mundo mirando hacia arriba con cara de sorpresa y conductores aterrorizados al ver que sobre sus coches caían diminutas botas de plásticos y blanditos zapatos de bebé.
Estaba yo paseando a mi bichito (que es la causante directa de que el pobre blog esté medio muerto, porque desde que está en mi vida no tengo tiempo ni de depilarme las cejas... que el otro día aproveché mientras dormía y tardé 3 horas en quitarme las melenas de las susodichas, que luego se me quedaron tan rojas como dos tomates enrabietados... y es que se vive muy bien sin que te ataquen con unas pinzas y te arranquen los pelos) por el centro de la ciudad cuando, al pararnos en un semáforo que estaba en rojo, ví caer algo al suelo. El primer pensamiento fue : "un pobre pajarillo que se ha empotrado contra una ventana y ha caído K.O.", pero no me pareció que eso pudiese causar semejante atasco de coches y tortícolis en los viandantes, de modo que mirando más detenidamente descubrí un montón de zapatos en la carretera y en las aceras. Y yo, que como ya sabéis tengo una mente algo retorcida, pensé que podía ser una pelea de pareja en la que uno de los dos tira todas las pertenencias del otro por la ventana después de haber descubierto que le es infiel... pero no cuadraba con que fuesen zapatos de niño y de bebé, así que otra teoría fallida.
Y ahí me quedé, mirando al cielo como una idiota y poniendo cara de susto cada vez que veía volar algo, sonriendo (soy mala, lo sé) al ver la cara de pánico con la que pasaban los conductores de los coches al sospechar que una catiusca podía caerles sobre el parabrisas y mirando con cara de mala leche a todos los que decían que tenía que ser un niño el que la estaba liando tan gorda... ¿¡pero por qué!? A mí más bien me parecía el acto de una viejecilla psicótica que vive con 50 gatos en un piso de 10 metros cuadrados y que lo hace porque le hablan por la noche diciéndole que queme el edificio y ella, que no quiere hacerles caso porque entonces a ver qué hace con sus tropecientos minimos, decide acabar con la tentación y los tira por la ventana... ¿acaso no es una teoría bastante más creíble?
No sé cómo acabó la historia porque vino la policía y la lluvia cesó... ¡¡pero estaré atenta al telediario a ver si dicen algo!!