5 de junio de 2007

Los días tontos.

Ayer tuve un día tonto, de esos en los que estás enfadado con el mundo y en los que te vas autocompadeciéndo tanto que al final de la tarde sólo tienes ganas de meterte debajo de una piedra y desaparecer.
Son extraños, pero creo que necesarios. Sé que no es bueno mirar al pasado y pretender que algo que sucedió desaparezca, pero hay veces en las que es inevitable pararte a pensar cómo serían las cosas si hubiesen sucedido de otra manera. Quizá no consigas nada más que sufrir y frustrarte, pero a veces sirve para aprender de esas experiencias o para no volver a cometer los mismos errores.
Lo que me resulta más curioso es que en ese tipo de días nada te reconforta: puedes tener a un millón de personas a tu alrededor dándote ánimos o intentando entretenerte, pero nada te va a sacar de ese estado.
Es como el típico domingo en el que estás tumbado en el sofá, tan aburrido que crees que tu cerebro ha entrado en estado de hibernación, pero en el que eres incapaz de mover un sólo dedo para hacer algo, aún sabiendo que si lo hicieses dejarías de estar aburrido.
Pero sinceramente creo que esos días son inevitables... y útiles. Porque vale que el día tonto vas andando por la calle como si fueses un muerto viviente y que todo te parece gris y oscuro pero... ¿qué pasa al día siguiente? Pues que te despiertas y todo te parece mil veces mejor. Sabes que volverás a tener días malos, pero también sabes que después de esos vendrán días llenos de color y que sabrás apreciarlos mejor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno txikita, tienes razón en eso
de los días tontos, en los que pensamos que no merece la pena levantarse, pero sin ellos la vida
sería de lo más monotona siempre con buenas noticias y contentos
seríamos la envidía del mundo, ya
que los demás también los tienen y
sino !MIENTEN!, hay que saber lle-
varlos buenamente, no que nos lle-
ven ellos ¿vale?,así como tú bien
dices los demás días son mucho
mejores. fibi