14 de junio de 2007

Soy una asesina... he matado una mantita.

Fue el otro día. Pero yo no quería, lo juro. Fue sin querer. La culpable de todo fue la lavadora (aunque seguro que Murphy tuvo algo que ver).
Voy empezar desde el principio.
Tengo una "manta de sofá". Por norma general vive sobre una silla, pero por las noches se traslada al sofá y me da calorcito (sé que es Canarias y que aquí nunca hace frío, pero por alguna extraña razón no regulo demasiado bien la temperatura y es agradable poder hacerse un gurruñito con ella y que te caliente los pies). Pero ahora que el calor empieza a ser aún más agobiante y que la temporada de sopita de bolas y pijamas gordos ha pasado, he considerado que era el momento de mandarla a hibernar. Como los osos.
Es grande, con cuadros de colores, suave como el culito de un bebé y como de peluchito. Vamos, la típica manta que todo el mundo debería tener en su vida con prescripción médica. Aunque no te guste taparte con ella. Yo creo que sólo de mirarla ya te sientes a gustito.
Pero antes de guardarla tenía que lavarla. Lo hago siempre, no era mi primera vez. Todo iba normal: un programa corto para que no se marease demasiado, un detergente con un olor rico, extra aclarado y centrifugado para que saliese bien sequita... hasta que la lavadora empezó a escupir espuma por la boca. Como si tuviese rabia. O celos de mi mantita. No lo sé.
Vale, estareis pensando "seguro que echaste demasiado jabón"... quizá, pero un fallo lo tiene cualquiera, ¿no? ¡¡bastante culpable me siento!!
El resultado final ha sido catastrófico. Mi dulce mantita sobrevivió a la aventura... pero está tullida. Ya no es suave. Ya no es de peluchito. Ahora parece la típica manta vieja de hospital, esas que raspan y te hacen heridas en los pies si las tocas estando descalzo.
Y la lavadora celosa, la culpable del estropicio, sigue feliz, como si nada de esto fuese con ella. Me mira altiva desde su hueco en la solana, sabedora de que puede repetir la faena y estropearme el albornoz... ¡¡incluso el edredón!!
Pero sea como sea, yo seré fiel a mi mantita. Aunque raspe. Aunque me desgaste los dedos de los pies y termine como Juanito Oiarzabal. Yo la saqué del carrefour, de un destino de incertidumbre, y no voy a abandonarla ahora.
Siempre te querré, mantita.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una sugerencia: cómprate otra mantita para usarla y pon la "accidentada" a la vista. Como dices que solo con verla te sientes a gusto...Así seguirías cómoda, sin llagas en los pies y ¡sin cargo de conciencia por haber "jubilado" a la "lisiada"!

Anónimo dijo...

Yo se quién te podría hacer una
mantita casi, casi tan suave como
la otra, pero tendrás que tener
paciencia para que ese día llegue
prometido. izeko

Anónimo dijo...

No te preocupes, por lo que leo tienes en "izeko" una aliada y en un futuro próximo tendras una mantita muy suave, mientras tanto ten un poco de paciencia y no es mala idea lo que te indica TATEX. Tranquila todo llega.