27 de octubre de 2008

Buscando casa (capítulo 5).

* Casa 12: "¿dónde está el truco?".

Segundo piso con ascensor. Cocina y baño reformados. Ventanas nuevas. Calefacción de bajo consumo. Buen barrio. Al lado de dos parques. Precio sorprendente (lo que no significa que sea bajo, ¿eh? Aunque para lo que se ve por ahí...). Cuando me llamaron de la inmobiliaria, obviamente pensé que había gato encerrado y fui a verlo en actitud bastante escéptica... hasta que entré y vi que era todo cierto. Una cocina enorme, nueva y totalmente equipada (¡¡con lavavajillas!!). Un baño no muy grande pero reformado, con ducha y grifos tan fashion que voy a tener que hacer un master para saber utilizarlos. Sala y dos dormitorios. ¿El truco? Los dueños tienen que vender el piso por narices y lo acaban de bajar un 20%. En definitiva: piden por él lo que les costó a ellos... hace cinco años.
Veredicto: ¡¡¡me lo quedooooooo!!!
Continuará...

¡¡Mi cocheeee!!

Ha llegado el coche. Después de tanto rollo con los dichosos papeles para poder ir a recogerlo al puerto (se han tirado más de una semana intentando encontrar maneras para cobrarnos más de lo que ya habíamos pagado para traerlo), el otro día fui a buscarlo. Después de recorrer el puerto con cara de despistada, pararme detrás de una fila de camiones, dar un par de vueltas a lo tonto y decidirme, finalmente, por preguntar dónde era, encontré el almacén donde tenían el container. Y no fue fácil hablar con el encargado, un espécimen digno de ser llamado “el eslabón perdido”, con olor a chimichurri, una camiseta naranja fosforita llena de mierda, cara de llevar de resaca desde el año pasado y un único brazo. Me daban escalofríos sólo de mriarlo... y después casi me da algo cuando se puso a rascarse la espalda y me enseñó la raja del culo... una visión que mucho me temo ha quedado grabada a fuego en mi cerebro por siempre jamás.
Después de comprobar que tenía todos los papeles y hacerme preguntas del tipo “si no eres capaz de decirme exactamente el número del container que tengo que abrir no te doy el coche”, tuve que esperar a que viniese un guardia civil a abrirlo y controlar lo que había dentro (ni que haya metido el arca de noé en el maletero), para dar el visto bueno y sacarlo. Esta operación, aparentemente sencilla, duró aproximadamente una hora porque luego tuve que esperar a que viniese alguien a quitarle los “arneses” y luego a que viniese alguien a sacarlo, cosa que también podía hacer hecho yo, pero bueno.
Y así, hora y media después de mi entrada en el puerto y tras saludar a los de la aduana con cara de buena para que no me parasen (que no tenía nada que esconder, ¿eh? Pero tampoco me apetecía tirarme allí toda la mañana), salimos mi coche y yo triunfantes, dispuestos a perdernos por estas nuevas carreteras y aterrorizados pensando que si nos descuidamos podemos acabar en Cuenca.
Próximo objetivo: ser capaz de ir de excursión sin perdernos.

Buscando casa (capítulo 4).

* Casa 9: "mira lo que no te puedes comprar".

No sé qué tipo de táctica comercial será, pero me parece de lo más cruel enseñarte casas que no entran para nada dentro de tu presupuesto. Y esto fue lo que pasó en este caso: una casa grande, muy bien situada, en perfecto estado... y que superaba en unos 10 millones mis posibilidades... y es que los de las inmobiliarias deben de pensar que pedir una hipoteca es como comprarse unos zapatos nuevos... vamos, nada que te vaya a acompañar durante los próximos 40 años.
Veredicto: si pudiera... pero no es el caso. Siguiente casa, por favor.

* Casa 10: "la extraña distribución".

Para llegar hasta esta tuve que subir unas 100 escaleras empinadas... pero no me dejaron quejarme, a pesar de la pedazo de tripa que tengo a estas alturas, porque como soy joven unas “escaleritas de nada” no son impedimento suficiente para negarme a comprar una casa... ¡faltaría más! Lo cierto es que no recuerdo demasiado bien la casa (salvo que a uno de los dormitorios se entraba a través de la cocina... ¿?), pero si llego a escuchar una vez más que “el barrio es muy tranquilo” mato a alguien... eso no era tranquilidad, eso era como vivir en mitad de la nada, con la única compañía de un bar y 6 viejos sentados en un banco... ¡¡qué lata!!
Veredicto: demasiadas escaleras, gracias. Siguiente casa por favor.

* Casa 11: "¡¡el muro ni tocar!!".

Esta estaba al lado de la anterior, de modo que el tema de las escaleras y la dichosa tranquilidad seguían presente... mal rollo. Pero lo mejor de todo era la oposición del dueño a cualquier tipo de reforma. Vamos a ver... si tú vendes una casa deja de ser tuya y, por lo tanto, dejas de tener poder decisivo sobre las futuras reformas, ¿no? Pues no... el chico en cuestión se indignaba de manera sorprendente si insinuabas que “tirando esta pared podría quedar bien”, “habrçia que arreglar el suelo” o “esta persiana está estropeada, ¿verdad?”. Su respuesta, acompañada de una mirada amenazante, siempre era la misma: “ah no no, esta casa no se toca, que yo he vivido aquí toda mi vida y está perfecta”. Pues quédate tú, campeón.
Veredicto: directamente, no me interesa. Siguiente casa, por favor.

* Casa 13: "¿qué hace esta niña merendando aquí?".

La zona seguía siendo la misma: misma tranquilidad (o cantidad suficiente de aburrimiento como para cortarte las venas cualquier domingo por la tarde), mismas escaleras y mismos viejos vigilándote desde un banco. Una casa bastante vieja, hecha polvo, a reformar casi por completo... ¡¡¡y con una niña merendando dentro!! Casi me da un infarto cuando entré en la habitación de una casa deshabitada y encontré a una cría de unos 5 años comiéndose un trozo de bocata y un yogur apoyada en una banqueta y mirándome con cara de “¿qué haces tú en mi territorio?”.
Veredicto: la casa no me mola y la niña me da mucho miedo. Siguiente casa, por favor.

Buscando casa (capítulo 3).

* Casa 6: "los vecinos me dan miedo".

Segundo piso sin ascensor... uuuffff... Pero vamos a darle una oportunidad, que no están las cosas para ponerse tontos. La casa era enorme: cocina gigantesca, dormitorios muy grandes, una pequeña despensa, un baño grande... sólo tenía dos inconvenientes: la zona (excesivamente cercana a una de las peores calles de Bilbao) y el desconcertante cartel que había en el portal y las escaleras: “prohibido tirar basura por la ventana o dejarla en los pasillos”... malo, muy malo. Porque sé por experiencia que, para cuando pones ese tipo de cartel, es que estás hasta las narices de que lo hagan.
Veredicto: si no fuera por los vecinos... Siguiente casa, por favor.

* Casa 7: "¿el gato entra en el precio?".

Ver una casa sin luz es complicado, por mucho que lleves una linterna... y más cuando uno de los dormitorios no tiene ventana (según el subnormal de la inmobiliaria, en una habitación de bebé no es necesaria la ventilación... ¿qué clase de padre es este tío?). Y si a eso le sumas que dentro vive, abandonado, un pobre gato al que llevan unos 3 meses sin cambiarle las piedras, todo empeora. Casi no recuerdo la casa y soy totalmente incapaz de hablar de la distribución, pero recuerdo claramente que estaba llena de mierda hasta límites insospechados y que se me partía el alma al ver al pobre animal, tratando de llamar nuestra atención de todas las maneras habidas y por haber, siguiéndonos y ronroneando como si le fuese la vida en ello. Le puse agua fría, para que al menos no se deshidratase... y estuve a puntito de dejarle una ventana abierta, para que pudiese escaparse. No se le puede hacer eso a un animal. Si no llega a ser porque ahora mismo no puedo tener gato, me lo llevo. Me da igual que en teoría tenga dueño. Tenía que haber llamado a la asociación protectora de animales para que lo rescaten.
Veredicto: “sin palabras... sólo algunas lágrimas por el pobre animal”. Siguiente casa, por favor.

* Casa 8: "la cienciología".

Desconcertante. Creo que es el mejor adjetivo aplicable... a la dueña. Una casa reformada, pequeña, sin ascensor (¡qué raro!) y en un barrio un poco “especial”. Pero lo mejor de todo, sin duda alguna, era la señora que estaba esperándonos. Supuestamente utilizaban la casa como oficina, lo que explica que no le importase que los dormitorios fuesen la cosa más pequeña que te puedas imaginar. Según el de la inmobiliaria (el mismo capullo que dijo lo de que un dormitorio de bebé no necesita ventilación) la entrada era el sitio ideal “para que jueguen los niños”. Desde luego, en el cuarto no entraba ni una caja de legos... pero de ahí a meter a mi niña en un hall como si fuese un paragüero... en fin. La casa estaba llena de libros sobre la cienciología (estuve buscando a Tom Cruise dentro de los cajones... pero no estaba) y la señora, que no paraba de vigilarnos, nos explicó claramente por qué tenía una alarma instalada y cajas fuertes repartidas por toda la casa “tengo un negocio de ropa y lo llevamos desde aquí, de ahí lo de la seguridad... no vayáis a pensar que es un barrio peligroso, ¿eh? Que los vecinos son muy legales... vamos, ¡que son todos vascos!” Toma castaña. No sabía si llorar o echarme a reír. Impresionante.
Veredicto: va a ser que no. Siguiente casa, por favor.

Buscando casa (capítulo 2).

* Casa número 2: "para reformarla así, mejor no hagas nada".

No tenía mala pinta: sexto piso con ascensor, reformada, zona céntrica (cerca de donde he vivido toda mi vida) y cerca del metro. Vamos a ello. El dueño (bueno, el padre del dueño) estaba esperándonos en el portal, como si no se fiase del de la inmobiliaria. Era el típico edificio del año tres antes de cristo al que le han plantado un ascensor en lo que antiguamente era un patio: cumple su función, pero es diminutísimo. El piso resultó ser... indescriptible. La primera impresión (antes de atravesar la puerta de entrada) no era mala: paredes enlucidas pintadas de azul clarito y suelo de madera. Pero repito, eso era sólo la primera impresión. Al entrar descubrías que la cocina estaba en el pasillo, prácticamente no tenía encimera y el fregadero sobresalía de una manera sospechosa... no tardamos demasiado en descubrir la razón... cumplía doble función: también era el lavabo del baño. Y no, no estoy de broma. En pleno siglo XXI, hay gente que tiene la poca vergüenza de pedir una barbaridad por un piso que no tiene lavabo en el baño. Y es que eso no era todo: para entrar en la ducha (por llamarla del alguna manera) había que subirse a la taza del water. Y repito que no estoy de broma. El señor tuvo el detalle de decirme que la anterior dueña, “era “más grande que tú” y cabía perfectamente”... sutíl manera de llamar gorda a una supuesta posible compradora. A parte de eso, el piso tenía unos 25 metros cuadrados, era abuhardillado (algunas ventanas estaban a 5 centímetros del suelo) y, aunque el pobre hombre de la inmobiliaria trató de razonar con él y decirle que si pretendía venderlo tená que bajarle el precio en unos 8 millones (mínimo), el se indignó e insinuó que de 3.000 euros no lo bajaba, y eso si le pillábamos en un buen día.
Veredicto: me tienen que estar vacilando. Siguiente casa, por favor.

* Casas 3 y 4: "las hermanas de la escalera cutre".

Segundo y cuarto piso del mismo edificio... sin ascensor. Las escaleras eran... madre de dios del amor hermoso, qué miedo. Fuera aparte de que eran bastante incómodas de subir (mucho escalón bajo) estaban hechas un cuadro. Los pisos no estaban mal del todo, y menos después de lo que habíamos visto... pero tenían un “yo que sé” que no nos convencía.
Veredicto: Se quedan en la reserva, para un caso de emergencia. Siguiente casa, por favor.

* Casa 5: "el buen feeling".

La casa te tiene que gustar, fuera aparte de las condiciones en las que esté. Y con esta pasó eso exactamente. Un edificio antiguo, el piso hecho polvo (a reformar totalmente)... pero me inspiraba, y mucho. Tenía todas las posibilidades del mundo... si conseguíamos que la dueña entrase en razón y negociase el precio (en teoría estaba dispuesta). Incluso llegué a ir con gente para que me calculase lo que me podía costar reformarlo (una pasta, cómo no). Pero la vieja amargada no entró en razón... y se pasaba de mi presupuesto. Una pena, un chasco... ojalá se le queme y se quede sin poder venderlo.
Veredicto: qué se le va a hacer. Siguiente casa, por favor.

Buscando casa (capítulo 1).

Había oído muchas leyendas sobre la búsqueda de casas... pero no te lo crees hasta que lo vives. Todos los tópicos imaginables sobre el tema se quedan pequeños cuando te pones a ello, es impresionante. Y es que a lo largo de este mes he visto casas (por llamarlas de alguna manera) dignas de ser el telón de fondo de películas de terror con zombies, criaturas salvajes y asesinos en serie que usan la motosierra como cepillo de dientes.
Aquí va un pequeño resumen de las mejores, sin entrar en detalles escabrosos como la cantidad ingente de dinero que piden por ellas, para que os hagáis una idea:

* Casa número 1: "¡¡no quepo!!".

Segundo piso sin ascensor. Mal empezamos. Y más cuando descubro que mis pedazo de pies (un 43, ni más ni menos) no caben en los escalones del portal... y no es broma. El baño... en fin, mi tripa y yo no cabíamos por la puerta (y tampoco es broma), inconveniente que se agravará en los próximos 3 meses, por descontado. La cocina estaba reformada... me parto. Cierto es que los muebles eran nuevos y que había hasta lavavajillas, pero alguna mente enferma había decidido quitarle como medio metro al baño para ampliar la cocina... lo que no sería un mal plan si el baño fuese grande y no hubiesen metido en ese medio metro una encimera con el fregadero... ¡¡¡era imposible acceder hasta él!!! Al menos si tienes carne sobre los huesos, y yo de eso tengo un poco. El dormitorio tenía terraza... buen detalle... si pudieses acceder a ella, claro. El espacio entre la cama y la pared era, nuevamente, demasiado pequeño para que cupiesen mis pies (estoy empezando a plantearme seriamente cortarme los dedos), de modo que tenías que pasar con el culo pegado a la pared y los tobillos girados unos 45 grados, postura de lo más cómoda y práctica, sobre todo si tienes prisa. Pero mi detalle favorito fue, sin duda alguna... ¡¡que para colgar la ropa había que mover el sofá!! Y hablo de un sofá de 2 plazas, de esos que tiene todo le mundo en casa y que, aunque no pesan tonelada y media, tampoco son precisamente ligeros.
Veredicto: se han vuelto todos locos. Siguiente casa, por favor.

10 de octubre de 2008

La vecina.

Todos tenemos vecinos a los que nos gustaría asesinar de la manera más cruel imaginada por la mente del hombre más psicópata del mundo... y a pesar de estar exiliada no me he librado de ella.
Imaginaos que tenéis una casa grande, preciosa, luminosa, con terraza, garaje, trastero y todo lo que pudieseis desear... menos sitio para colgar la ropa. ¿Por qué? Porque tu vecina, esa a la que te gustaría arrancarle los dedos para hacer pinzas para la ropa con ellos y dejarle las dos manos en plan muñón, decidió en algún momento de su vida que quería fastidiarte a ti personalmente y te impidió poner más cuerdas (de esas que van de ventana a ventana).
La razón la desconozco, pero supongo que será algún trauma de la infancia relacionado con que su madre la colgase patas abajo de un árbol.
Así que cada vez que pones una lavadora tienes que colgarlo todo hecho una pasa para que las pobres cuerdas den de sí... y a pesar de todo siempre queda por ahí algún pobre calcetín, triste porque lo has alejado de su familia, y que se vengará de ti poniéndose rígido y raspándote toda la suela del pie, para que sepas lo que es sufrir.
Y esta mañana la he visto. He abierto la ventana y ahí estaba ella recogiendo la ropa de sus dos solitarias cuerdas. Juro que me han dado ganas de tirarle la cesta de las pinzas a la cabeza y decir que ha sido un accidente. Pero como puedo llegar a ser más falsa que Judas he puesto la mejor de mis sonrisas (confiando en tener algún diente manchado de cola-cao para que pensase que soy una bruja mala malísima que crea pócimas de esas super chungas de mal de ojo... o algo peor) y la he saludado cortesmente... lo que no impide que haya tenido todo tipo de pensamientos malvados y que mi plan de hacer que su ropa se caiga al patio misteriosamente siga adelante. Porque yo soy buena (en general), pero mis calcetines tienen derecho a poder secarse con tranquilidad... ¡¡lucharé para defenderles ya que ellos no pueden!!

9 de octubre de 2008

Desde el exilio.

Después de sobrevivir a la mudanza (no sé cómo, porque todavía tengo pesadillas en las que se confunden y me meten a mí dentro de una de las cajas) y a pesar de estar en mitad de la búsqueda de una casa (tema del que prometo hablaros porque no tiene desperdicio), he decidido que ya era hora de volver, retomar el blog y, aunque sea desde el portátil y sentada en la cocina, seguiros contando pequeñas partes de mi vida, bastante ajetreada últimamente.
Espero que sigáis ahí y que no os hayáis aburrido de esperar... ¡¡he vuelto!!