29 de junio de 2012

Día mundial del sueño feliz.

Hoy es un día de esos en los que me cabreo. Y me indigno. Y, sobre todo, me entran ganas de ponerme a gritar por la ventana cuatro disparates seguidos.
Sí, utilicé el "método Estivill" para enseñar a mi hija a dormir (¿o debería decir a no llorar como una posesa cuando se despertaba por la noche?). Sí, fue duro oírla llorar durante 3 minutos antes de entrar a su cuarto. Sí, fue difícil explicarle a su padre que era cuestión de supervivencia cuando me miraba con cara de "te has vuelto loca por hacer esto".
Pero sobre todo, era un orgullo y un triunfo decir que mi bebé dormía toda la noche del tirón. Que nosotros dormíamos del tirón. Que dejamos de ser zombies para convertirnos en unos padres algo menos cansados y en mejores condiciones físicas y mentales para atenderla. 
Me horroriza que haya gente por el mundo que califique enseñar un hábito como tortura. Que se jacte de ser mejor madre/padre que el resto porque su hijo duerme con ellos en la cama hasta los 4 años (o los que sean) porque el niño lo ha decidido así. Que se crea con derecho a juzgar a los demás por cómo duermen o dejan de dormir. 
Mi hija no tiene ningún trauma. No me odia. No teme al mundo. Se va a dormir encantada y feliz, sabiendo que sus padres están en la habitación de al lado. Eso no quita que estemos con ella si está mala. O si le pasa algo. O si tiene una pesadilla. 
Yo respeto el colecho, sobre todo porque quiero pensar que todos hacemos lo que creemos mejor para nuestros hijos. Pero estoy harta de la gente que se atrinchera en su mal llamada "maternidad con apego" para atacar a todos lo que no compartimos su manera de actuar. 
Así que sí: apoyo el día mundial del sueño feliz... pero cada uno a su manera. Porque todos tenemos derecho a dormir.  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He llegado a tu blog por algo que no tiene nada que ver con este tema, pero por casualidad lo he leído y quería comentarlo. Yo creo que excusarse en la "supervivencia" es exagerar bastante. ¿Tres minutos? Tres minutos llorando es mucho, para un niño que te necesita. Yo no podría. Tú sí. Yo no. Sí, ya sé que para ti no es grave. Sin embargo yo sé que no podría.
Yo no te juzgo por cómo duermes o dejas de dormir. Sino por cómo dejas que tu hijo llore y llore sin atender su llamada. ¿Eres de las que dicen "te está tomando el pelo", "no lo cojas que se acostumbra", "te está poniendo a prueba"? ¿Lo metiste en una habitación vacía en cuanto llegó a casa? ¿Lo dejaste en un lugar extraño en compañía de extraños desde pequeñito, llorando, porque "no pasa nada" y al final se acostumbra? Seguro que tú te ibas también llorando. ¿No te has preguntado por qué, por qué teníais que pasar por esto? ¿Te planteaste quién os obligaba a ello? No lo sé. Pero no se trata de si quedan traumas, ni de apegos ni gaitas marineras. Se trata de sentido común, instinto maternal y AMOR.
No estoy diciendo que no lo quieras, no te ofendas. Seguro que hiciste lo que pensabas que era mejor para todos. Ojalá hubieras podido hacer lo que SENTÍAS que era mejor para todos.
Mis hijas ya tienen 11 y 8. Alguna noche me llaman. Por pesadillas, por enfermedad. Muchas veces no puedo dormir lo que me gustaría. Es una de los contras de ser padre. Y lo tengo muy asumido, no me importa.

En fin, necesitaba decírtelo. Que no te engañen: educar no es domar.

Naiara dijo...

Hola anónimo, gracias por pasarte por mi blog y escribir un comentario, aunque hubiese preferido saber a quíen me dirijo exactamente a la hora de contestarte.
Estoy de acuerdo contigo en que educar no es domar; los niños son tan personas como tú o como yo, no son animales de feria.
Y sí, hice con mi hija lo que SENTÍA. Con amor. Con instinto maternal. Exactamente igual que tú. Porque es lo más importante que tengo en mi vida y jamás haría nada que crea pueda dañarle.
Nunca la dejé en ninguna situación de la que me marché llorando. Jamás estuvo con nadie con quien no quisiera estar ni se sintiera poco querida.
Y, por supuesto, yo también paso noches durmiendo menos de lo que me gustaría. Porque si me necesita, allí estoy. Ahora y siempre.
Quizá yo no soy nadie para decirte a ti cómo tienes que enseñar a dormir a tus hijas... pero tú tampoco eres nadie para decírmelo a mí.
No me han lavado el cerebro. Nunca he hecho ni haré nada que no quiera o sienta. Pero creo que si tú pides respeto por la manera de educar a tus hijas, lo primero que tienes que hacer es darlo.
Y no acusar a nadie de no querer o no saber atender a sus hijos.