25 de marzo de 2008

Operación rescate.

El patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja, como los demás... jajajajaja... bueno, paranoias aparte, empezaré esta entrada diciendo que el patio en el que cuelgo la ropa es de esos en los que como se te caiga algo vas listo, porque tienes que pedirle la llave al dueño para poder entrar y conseguir eso es más difícil que logar una audiencia con el Papa... así que la primera vez que una zapatilla de baño decidió hacer puenting sin cuerda y acabó espachurrada en el fondo del patio junto a unas 30 pinzas (también mías... es que soy un poco torpe), decidimos comprar un anzuelo y pescarla. Desde entonces hemos tenido que rescatar unas cuantas cosas (la funda de una almohada, una camiseta, un calcetín, el tapón metálico de la fregadera -algún día contaré cómo se me cayó-...)... pero el otro día se me escapó algo... y no acabó en el suelo... ¡¡sino encajado en uno de esos salientes que hay en las paredes de los patios y que sólo sirven para acumular mierda!!
Ese saliente en concreto está justo debajo de la ventana de la vecina del primero, cosa que podría haber facilitado la recuperación del elemento en sí (aunque no sé yo, porque la última vez que mi calcetín blanco y negro a rayas acabó en su cuerda, fue tan torpe que terminó por tirarlo al suelo al ir a cogerlo... ¡¡patán!!)... si no llega a ser una braga. No me hubiese importado bajar y pedirle que recupere un calcetín, una camiseta, un trapo... o lo que sea... ¿pero una braga? Me daba palo. Ya lo sé, soy idiota. Todos usamos bragas (bueno, menos Aída) o calzoncillos... pero tampoco queremos que el resto del mundo tenga una prueba tangible de ello, ¿no?
Así que la pobre ha estado allí, arrugada, mojándose con la lluvia mugrienta y acumulando polvo hasta que hoy, por fin, nos hemos decidido a rescatarla (se me partía el corazón cada vez que colgaba ropa y la escuchaba decirme "sálvame, sálvame") aprovechando un momento en el que no había ropa colgada.
Hemos atado el pedazo de anzuelo (da miedo sólo de verlo, tiene cuatro pinchos amenazantes) a un carrete de pita, lo hemos lanzado y, tras conseguir engancharla, hemos ido subiéndola poco a poco, aguantando la respiración al rozar las cuerdas de la vecina ya que ha estado a punto de caerse.
Mi braga ha vuelto a casa. Está en el cesto de la ropa, esperando pacientemente su turno para entrar en la lavadora... aunque supongo que le dará algo de miedo cuando vaya a colgarla... pero cuando la devuelva al cajón con el resto de sus hermanas será una braguita feliz. Eso seguro.
Sólo hay una cosa que me inquieta... ¿y si la vecina estaba mirando por la ventana en el momento en el que la hemos ido subiendo?, ¿qué habrá pensado al ver volar una braga enganchada a un anzuelo? (recordemos que la pita es transparente), ¿debería sentirme culpable si acaba encerrada en un psiquiátrico gritando "¡¡la braga voladora me persigueeeeee!!"?
Habrá que ver qué pasa...

2 comentarios:

Loli dijo...

Naiara, pasate por mi blog, que tienes un regalito.
Besinos

Antonio Teixeira dijo...

Cuántas cosas hemos cazado ya con el anzuelo de pulpos.