29 de febrero de 2008

He limpiado el coche... por dentro.

Y digo lo de "por dentro" porque el otro día lo limpié por fuera y tuve un cabreo de mil pares de demonios porque esa misma noche llovió y se manchó. Pero no un poquito... no, estaba cubierto por una capa de barro y polvo de medio centímetro de grosor. Y es que en Canarias no lloverá mucho, pero cuando lo hace es en plan ca****, para hacerse notar. Vamos, que si hubiesen llovido ranas la sangre de las pobres criaturitas espachurradas al chocar contra los coches no hubiese manchado tanto como la dichosa lluvia con polvo.
A lo que iba. Ya que el lunes viene mi tía de visita he decidido adecentarlo (tendré que lavarlo por fuera media hora antes de ir al aeropuerto, no vaya a ser que se manche otra vez en el último momento y tenga que matar a alguien...) y lo he llevado a la gasolinera de siempre, que es donde pongo gasolina habitualmente, y que me gusta porque suelo estar sola (sin esos personajillos que ponen la música a tope mientras lavan sus extraños coches tuneados) y porque la aspiradora cuesta la mitad que en las otras... hasta ahora. Me han cobrado 1 euro, o lo que es lo mismo, el 50% más que la última vez (y fue solo hace un par de meses, ¿eh?). Se me ha debido notar en la cara que me parecía una vergüenza porque el chico me ha dicho "es que hemos hecho reformas". Ya. Las reformas consisten en que han movido la máquina 45 grados, han pintado unas rayas amarillas en el suelo con una flecha que indica cómo llegar (hay que ser imbécil perdido para perderse, pero bueno) y le han puesto un cartel nuevo en el que se lee: aspiradora. No me extraña que le hayan subido el precio, seguro que han tenido que re-hipotecar su casa y vender su cuerpo a la ciencia para costear la reforma... en fin.
La cosa es que estaba yo toda feliz (y pegajosa, porque por mucho que llueva los 25 grados no te lo quita ni rita) limpiando el coche y he notado que un señor no paraba de mirarme. Sé que soy irresistible (qué más quisiera yo... jejeje...), pero estaba empezando a echarle miraditas asesinas en plan "¿y tú que miras?" cuando se me ha acercado y me ha preguntado "¿la otra máquina hace lo mismo?". No, la otra convierte en oro todo lo que toca y escupe diamantes cuando está apagada, pero hoy tengo el día tonto y he decidido utilizar sólo la que aspira la mierda del coche (vale, no se lo he dicho, pero lo he pensado)... ¡¡pues claro!!
Me ha dado las gracias y ha desaparecido para volver a entrar en escena con un pedazo de Land-Rover color marrón oscuro, que sin duda alguna estaba bastante más sucio que mi coche, y se ha puesto al lado de la otra máquina (ya sabéis, la que escupe diamantes). Es extraño, pero se crea un vínculo en estas situaciones: sabes que no vas a volver a ver a esa persona en la vida (ni quieres) y que lo único que tenéis en común es que estáis limpiando algo... pero te sientes como cercano a él y te sonríe cuando ve que has apuntado mal y te has echado el spray que estas usando para los cristales a la cara... y no porque te quieras limpiar las gafas, sino porque eres un poco torpe...
Pero entonces ha pasado algo: ha sacado las cosas que tenía dentro para poder limpiarlo mejor... ¡¡¡y había un hacha!!!... ¡¡¡un hacha!!!... ¿¿¿quién lleva un hacha en el coche??? Alguien que la usa, obviamente. Sí, hubiese sido más preocupante si en vez de ser un todoterreno mugriento llega a ser un coche de estos caros que salen en las películas y que siempre te adelantan, y si el tío llega a estar trajeado y engominado en vez de con vaqueros y una camiseta mugrienta a juego del Land-Rover... pero aún así he pensado: huye. Vete lejos.
Pero que por la misma regla que dice que todos moriremos ahogados por un tsunami porque en vez de salir corriendo hacia un lugar alto nos quedaremos mirándolo con cara de idiota... he decidido quedarme e indagar... a ver qué descubría.
El hacha en cuestión no estaba ensangrentada, cosa que me ha tranquilizado bastante, para qué nos vamos a engañar, y ver que "el sospechoso de haber cometido un acto, posiblemente violento, con un hacha tan mugrienta como su camiseta" se tiraba media hora intentando meter un euro por una ranura por la que no entraba para poner la aspiradora en funcionamiento sin conseguirlo (normal, hay que pedir una ficha dentro), me ha llevado a pensar que muy listo no podía ser... cosa que también me ha tranquilizado... pero aún así me he metido prisa para acabar antes y salir de allí lo más rápido posible... no sin antes arriesgar mi vida y sacarle una foto con el móvil al hacha, por si la policía pide colaboración ciudadana para localizar al "mugriento asesino del hacha".
Por supuesto, al acabar me he despedido, ante todo buena educación. ¿Por qué me pasan estas cosas a mí?
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P.D. Siento no poder poner la foto del hacha, pero es que el bluetooth y yo no nos llevamos bien...

25 de febrero de 2008

Los anuncios de la tele

Odio todos los anuncios de la tele. Bueno, casi todos: si sale algún bebé regordete o el perro de Scottex puedo tolerarlos... pero en general creo que habría que coger a la gente que los crea, meterlos en una caja llena de gusanos, echarlos a un lago invadido por pirañas hambrientas y leprosas, fundir la llave y utilizar el metal para hacer algo horriblemente espantoso que no se pueda vender ni en un mercadillo de esos cutres que suelen poner los domingos en los pueblecitos remotos que aparecen en la guía Campsa.
Pero hay algo que odio más: que pretendan que me quede a verlos. Los de Cuatro utilizan la técnica de hacer una pregunta justo cuando empiezan (lo suficientemente rápido como para que no te haya dado tiempo a cambiar de canal y la leas)... y claro, te picas. Te tragas todos los anuncios porque eres idiota y crees que no eres capaz de contestar sólo a "¿2+2?" porque "seguro que tiene truco".
Pero hay otra peor: "el veredicto durante la publicidad". Vamos a ver, tú estás viendo "Gran Hermano" y pretenden que te tragues los 20 minutos de anuncios porque "durante la publi sabremos a quien han nominado"... ¿pero estamos todos tontos?, ¿acaso no me voy a enterar en cuanto empiece el programa de nuevo? Me parece absurdo.
Pero estuve pensando en qué casos podría funcionar esta técnica... y estas son las conclusiones a las que he llegado:
* Si tienes un cupón de la ONCE, coinciden los 4 primeros números, el premio son unos 8.768 millones de euros y te dicen "el último número, durante la publi"... ahí si te quedas a verlo... si no te ha dado un infarto ya, claro.
* Si estás viendo "El diario de Patricia" y ponen la foto de tu primer amor adolescente, que lleva tatuado en la frente "Naiara, yo nunca te olvidé" y la presentadora dice "durante la publicidad sabremos qué quiere decir este pobre hombre"... vale, en ese caso también te quedas.
* Si estás tumbado en el sofá tapado con un mantita, con un cuenco de palomitas sobre tu regazo... y el mando se ha quedado sin pilas... también te quedas, pero porque no te queda más remedio (*tengo una duda existencial*).
Y es que los anuncios de hoy en día son una mierda, al menos en su gran mayoría (lo del último de Evax no tiene nombre).

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*La duda existencial*
¿Cómo se les cambia el canal a las teles de hoy en día si pierdes el mando? Porque no tienen ni un miserable botón...

23 de febrero de 2008

¡¡Me han dado un premio!!


Esta mañana, en una descanso entre barnizar un baúl y pintar una vaca (no, no me he vuelto loca... juro que es lo que estaba haciendo), he descubierto que mi amiga Marta, creadora de "Piratas de Ikea", me había dado el premio "Blogger del día"... ¡¡qué fuerte!!
Por un momento, y aunque estaba en pijama y con las manos llenas de pintura y el antebrazo con restos de barniz (y pelusilla de pijama adherida a él), me he sentido como si estuviese andando por la alfombra roja vestida con algún diseño mega caro, subida en unos tacones de 20 centímetros y repasando mentalmente mi discurso de agradecimiento (quiero agradecer este premio a mi marido, por insistir tanto para que crease un blog (¿por qué no te haces uno?, ¿por qué no?, ¿por qué no?, ¿por qué no?); a la profesora de lengua que tuve en B.U.P. porque me enseñó qué carajo era una tilde diacrítica (y me suspendió más de un examen hasta que aprendí a ponerla) y a mis padres, que siempre pensaron que en algún momento de mi vida me haría rica y famosa por mi manera de escribir mis retorcidos pensamientos...), mientras cientos de fotógrafos me destruían la retina a base de flasazos en la cara y miles de fans incondicionales me lanzaban ositos de peluche con la esperanza de que me los llevase a casa y pasasen a formar parte de mi colección.
Y claro, me he dado cuenta de que realmente los vapores tóxicos del barniz me estaban afectando más de lo habitual porque esos pensamientos eran algo exagerados, así que he salido de la habitación (no sé para qué, porque toda la casa huele a barniz por mucho que cierre la puerta... voy a tener que poner mi taller dentro de un bunquer), le he dicho a Antonio lo del premio (me ha mirado con cara de "sldjflsdfsajdglkf"... lo que viene a significar "a mi ni siquiera me ponen comentarios en mi blog y a ti te dan premios"), le he dado otra capa de pintura a la vaca (las sombras, más concretamente) y me he venido al ordenador, a mandarle un correo de agradecimiento a Marta, a recoger mi premio y a escribir esto aquí, que sólo va a servir para demostrar que todo te afecta más si te levantas un sábado a las 7:50 de la mañana, hora a la que debería estar todo el mundo dormido incluso en días de trabajo, porque no están puestas ni las aceras.
En conclusión: muchísimas gracias Marta por invitarme a participar en tu "piratas", por darme un premio... ¡¡y por tus visitas y comentarios en mi blog!!

22 de febrero de 2008

Wall-e.

Todos sabemos que es una vergüenza lo que cuesta hoy en día ir el cine y eso, al menos en mi caso, se traduce en que voy cada vez menos... pero hay películas que se merecen los 6 euros de la entrada, el paquete gigante de palomitas y la bolsa llena de chucherías...
Os presento a Wall-e, la nueva creación de Pixar y la próxima peli que veré en el cine... ¡¡sea cuando sea!!

20 de febrero de 2008

La única manera de ahorrar...

...es no salir de casa. Nunca. Jamás.
Esta mañana he ido al super "a por un par de cosas". No era un día de esos en los que eres consciente de que vas a llenar el carrito hasta los topes y te vas a dejar una pasta... no, sólo era uno de esos días en los que vas a comprar unas cuantas cosas que se te han acabado... y me he dejado 130 euros... ¡¡130!! Supongo que la cara de gilipollas que se me ha quedado ha sido peor de lo que yo creía porque la cajera me ha mirado con cara de "¿estás bien?".
No, no estoy bien. ¿En qué c*** me he gastado 130 euros? Vale que el carro estaba bastante lleno, pero parte de la culpa eran las 6 garrafas de 5 litros de agua y el paquete mega-maxi-grande de papel higiénico (no, no os riáis que vosotros también usáis cosas de esas) que he tenido que comprar, porque parece ser que ya no venden paquetes que tengan menos de 200 millones de rollos, todos extra-grandes, mega-absorbentes y super-acolchados. Pero 130... esos son muchos euros. Demasiados para una sola visita a un supermercado.
Así que he estado pensando y he llegado a la conclusión de que lo mejor es no salir de casa. Para nada. Ni aunque te pongas de parto. Ni aunque se te caiga el frigorífico encima, te parta la crisma y creas que vas a morir desangrado si nadie te hace un torniquete en el cuello para detener el caudal de sangre que te sale de la viscosa y pegajosa herida que te ha hecho en la cabeza la esquina de la nevera. Total, todo eso fijo que se cura con un poquito de agua oxigenada y una tirita bien colocada.
De modo que ese es el plan: convertirme en ermitaña, no coger nunca el teléfono (no vaya a ser que me vendan una enciclopedia audiovisual remasterizada y actualizada en polaco, lengua que, sin duda alguna "hoy en día hay que saber", sólo porque llevo 7 meses sin contacto humano y necesito que alguien me escuche) y gruñir tras la puerta de mi casa cada vez que alguien toque el timbre, por si vienen a hablarme de la nueva super oferta que ha sacado alguna de esas compañías telefónicas, lo maravilloso que es algún colchón hecho a base de materiales extraterrestres o pretendan meterme en alguna secta en la que adoren a Paco Porras como dios todopoderoso.
Seguro que así ahorro.

18 de febrero de 2008

Pon un informático en tu vida.

Tengo un ordenador nuevo: un portátil, más concretamente... y ha traído algún que otro problemilla consigo, como todo aparato eléctrico que entra en una casa (y no, no me refiero sólo a buscarle un enchufe y un sitio dónde ponerlo... aunque también): la conexión a Internet. Y es que seamos realistas, hoy en día un ordenador con el que no se puede navegar nos aporta tanto como las pelusas que hay debajo de la cama.
Creo que tengo un nivel de usuario medio en lo referente a la informática, el suficiente como para ser capaz de solucionar algunos problemas y como para entender conceptos como USB, WIFI, router... y movidas del estilo que para el común de los mortales son sólo siglas que ven en los anuncios... pero lo de averiguar que el aparatito lleno de luces que parpadean que tengo en casa no me sirve para lo que yo quiero y, por lo tanto, descubrir que tengo que comprar un punto de acceso, me supera.
Así que cogí a mi informático favorito (llamémosle Antonio... jejeje...) y nos fuimos a comprar un cacharro de esos.
Primer dilema: ¿por qué unos valen 50 euros y otros 150?, ¿acaso uno sabe bailar claqué? Porque te compres el que te compres sabes que no te va a durar ni dos años, eso está claro, así que no merece la pena gastarse una pasta en eso... ¿no? Lo eligió él (yo sólo tomé parte en la decisión de comprar el ratón... ¡¡por eso es tan chulo!!) y lo trajimos a casa.
Inocente de mí pensé que bastaría con sacarlo de la caja, enchufarlo, y hacer las presentaciones pertinentes (portátil-punto de acceso, punto de acceso-portátil)... ya. Se tiró casi toda la tarde instalando "nosequé", buscando códigos, dándole puñetazos a la mesa y jurando en arameo... para que yo pudiese subir fotos al flickr y buscar dibujitos por Internet tirada en el sofá, que es lo que más mola de tener un portátil... y al final lo consiguió, porque para eso es el mejor informático del mundo y siempre arregla las cosas que tienen cables (tostadora incluida).
Segundo dilema: ¿qué hubiese pasado si no llega a estar él? Porque vamos, alguien que no sepa exactamente lo que está haciendo no conecta una cosa de esas por casualidad ni aunque se le aparezca la virgen y unos marcianos bondadosos le pongan un microchip en el cerebro con toda la sabiduría que han ido acumulando en los diferentes planetas a los que han ido de vacaciones a lo largo de su existencia. Ni de palo.
Así que, definitivamente, y aunque a veces me queje, tener un informático en tu vida no es tan mal plan. Vale, tienes la casa llena de cables, están convencidos de que los ordenadores están hechos de algún material autodestructible que estalla en mil pedazos si se limpia y sufres fases de celos crónicos inspirados por una máquina... ¡¡pero al menos no tienes que contratar a nadie cada vez que se estropea la maquinita!!
Así que gracias cariño por saber arreglar el ordenador, la tele, el microondas, el móvil, la lavadora, la cámara de fotos... ¡¡todas esas cosas que tienen cables!! Porque para eso estudiaste un millón de años en la Universidad... ¿no?
Mi marido lo arregla todo, todo y todo. Jeje.

17 de febrero de 2008

Quisiera ser esquimal y vivir en el Polo Norte con los pingüinos...

Estamos a mediados de febrero y hay 35 grados a la sombra... ¡¡piedad!!
Necesito frío.
Y lluvia (incluso granizo).
¡¡¡Esto es una tortura!!!

12 de febrero de 2008

Pensamientos.

Resulta curioso cómo las personas somos capaces de sufrir por la pérdida de algo que, realmente, nunca hemos llegado a tener. Y es que somos incapaces de renunciar a la esperanza... por mucho que sepamos que hacerlo es peligroso... por mucho que sepamos que nos hará llorar el día que, definitivamente, comprobemos que lo que queríamos se ha vuelto a desvanecer, dejando en nuestro interior un hueco que siempre estará ahí, por pequeño que sea, por mucho que tratemos de taparlo con una pequeña tirita y hacer como que no existe, por mucho que nos miremos fijamente al espejo y nos digamos a nosotros mismos, "¡eh", no pasa nada... otra vez será".
Y es que no aprendemos de nuestros errores... aunque tal vez sea eso, precisamente, lo que nos hace humanos.
*****
P.D. Nada de llamadas asustadas pensando que estoy a punto de saltar por la ventana, ¿eh? No siempre puedo escribir cosas graciosas... eso supondría renunciar a una parte de mi. Estoy bien. De verdad.

8 de febrero de 2008

Mi cistitis y yo.

Tengo cistitis, qué le vamos a hacer. Me gustaría poner una entrada diciendo que me ha tocado la lotería o que he descubierto que tengo un tío rico americano que me ha dejado en herencia una mansión gigantesca con 7 jacuzzis en cada habitación... pero no es el caso.
Supongo que muchos de vosotros sabréis qué es... pero, por si no es así, voy a tratar de describirlo.
Una vez escuché a una amiga decir que era como "mear fuego" (siento la vulgaridad), pero yo más bien lo definiría como mear fuego mientras un millón de hormigas carnívoras se están dando un banquete en tu vejiga llevando chinchetas en los pies. Todo esto acompañado de escalofríos que te hacen saltar las lágrimas cada vez que vacías la vejiga. Vamos, que no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Bueno, al peor quizá sí, pero sólo si es malo malísimo.
Pero lo que me indigna de todo esto es la visita al médico que ha conllevado esta "agradable" dolencia. Ayer estuve en el ambulatorio y, tras preguntarme qué me pasaba (ni me miró, le podía haber dicho que tenía un elefante rosa con motas moradas bailando la conga en el ombligo y también hubiese creído), me dijo que fuese a primera hora para hacerme un urocultivo. No me dio más datos. Lo prometo.
Bueno, pues he ido a las 7:50 de la mañana y, tras preguntar si tenía que esperar a que me llamasen, he estado de pie en la sala de espera, deseando poder sentarme o por lo menos poder extirparme la vejiga, hasta que, a las 9:30 he ido a preguntar con cara de buena al enfermero: "mira, no me habéis llamado". Ha puesto cara de "¿qué?", ha rebuscado en los papeles y, sorpresa sorpresa... ¡¡no tenía que haber esperado!! Peor aún, la muestra ya no valía, así que la hora y media allí de pie no había servido de nada. Qué bien.
He tenido que esperar a la doctora, ponerle ojitos de "pobre de mi", decirle que me estaba muriendo y que me diese drogas... y sólo he conseguido que me repitiesen la prueba y que la enfermera que me ha dado los resultado me dijese: "dios, ¡estás fatal"! Mira qué lista, no me había dado cuenta.
Finalmente, y tras mucho batallar, he conseguido drogas (no tan duras como hubiese deseado) y aquí estoy, bebiendo agua como si me hubiese vuelto loca (y teniendo en cuenta que lo normal para mí son unos 3 litros diarios... os podéis hacer a la idea de toda la que estoy bebiendo), dando alaridos cada vez que voy al baño y despotricando sobre la organización en ese ambulatorio... ¡¡que es un desastre!!
Moraleja: si no les dan la suficiente información a los pacientes... ¿cómo pretenden que hagamos bien las cosas?

2 de febrero de 2008

La intención es lo que cuenta... ¿en serio?

María y Paco empezaron a salir juntos y un día Paco le dijo: "cariño, esta noche ponte guapa que te voy a llegar a un sitio muy especial".
María se puso sus mejores galas, trató de maquillarse lo mejor posible (cosa que nunca hacía), se plantó unas botas de tacón alto y la ropa más sexy que tenía. "Seguro que me lleva a un restaurante romántico, de esos con velas y comidas exóticas" pensaba.
Paco fue a buscarla, le dijo que estaba muy guapa (después de mirarla de arriba abajo y de ponerle una cara un poco rara)... y la llevó a un partido de baloncesto. "Es la final", dijo el hombre sonriente, tratando de interpretar la mandíbula desencajada y la mirada de espanto de su elegante novia.
María se enfadó, se desquició y empezó a odiar a su recién estrenado novio, aun sabiendo que no conocía bien sus gustos y que lo había hecho con la mejor de sus intenciones. Y él acabó enfadándose también porque no entendía que su novia se hubiese mosqueado con lo que le había costado a él conseguir las entradas.

Esta pequeña historia (fruto de mi imaginación... ¿o no?) demuestra que las intenciones no siempre bastan, por muy buenas que sean.

1 de febrero de 2008

¡¡¡Me llamo Naiara!!!

No lo entiendo... ¿de verdad tengo un nombre tan raro?
Cuando vivía en Bilbo mucha gente me llamaba Ainara y, cuando le decía que me llamaba Naiara, siempre contestaban lo mismo: "es que como tienen las mismas letras...". Pero vamos a ver: es como si te llamas Antón y todo el mundo te llama Notan... "cómo tiene la mismas letras..." ¡¡aaaaahhhhhh!!
Pero desde que vivo en Canarias la cosa ha empeorado, y mucho. Según los de Carrefour me llamo Natara, mucha gente me dice "te llamas Naiala, ¡¡como la de Gran Hermano!!" (JA), otras persona (como en el médico, por ejemplo) se limitan a alargar la primera sílaba (Naaaaaaa... Ituuuuuuuuu...) hasta que me doy por aludida y digo algo para que sepan que soy yo... pero en el 99´9% de los casos me llaman Naira.
A ver, vayamos paso a paso. No tengo nada en contra de ese nombre, no me parece particularmente feo y puedo entender que la gente lo confunda porque aquí se oye mucho más que el mío, pero lo que no puedo soportar es que siempre pase esto:

- ¿Naira?
- Soy yo, pero me llamo Naiara.
- Bueno, da igual.

¿Cómo que da igual? Te lo dará a ti, porque a mí no desde luego. Me gusta mucho mi nombre. Me lo pusieron mis aitas con todo su cariño y lleva toda la vida conmigo, así que me fastidia bastante que a la gente le dé igual. Voy a empezar a hacer yo lo mismo, a ver qué les parece: ¿qué pasaría si llamase a todas las mujeres Lupita y a los hombres Hermenegildo? "Total, qué más da, ¿no?".

Y luego está la gente que considera que tu nombre está mal escrito. Hay una cajera en un super al que voy mucho que siempre me lía la misma cuando lee el nombre en mi tarjeta de crédito:

- Te llamas Nayara, como mi hija.
- Sí (sonrisa forzada).
- ¡Huy! Te han escrito mal el nombre... está con i en vez de con y.
- No, es que en realidad se escribe así... (la sonrisa forzada se va convirtiendo en cara de asesina).
- No, no, no... el nombre de mi hija se escribe Nayara... aunque me gusta cómo se escribe con i...

Acabáramos. Siempre igual.

Así que desde aquí reivindico mi nombre, porque es el más bonito del mundo. He dicho.