25 de septiembre de 2008

El diluvio universal.

Está lloviendo. Poco, al menos a mí me parece poco, pero llueve. Y vivo en Canarias, lo que hace que sea un acontecimiento bastante más especial... y catastrófico.
A pesar de llevar más de cinco años viviendo aquí no me acostumbro a que la gente se encierre en su casa como si las gotas que caen del cielo fuesen ácido sulfúrico y te griten como posesos para que te metas en algún lugar "a salvo" al verte andar por la calle como si nada... ¡¡no voy a encoger por mojarme!! Es posible que me mate, porque el suelo resbala que te mueres en condiciones normales y si está mojado ya es el colmo, pero no me da miedo entrar en contacto directo con la lluvia... aún a riesgo de desteñir.
Pero lo que más me desconcierta de todo es que la gente se abriga. Hace un bochorno de esos pegajosos que hacen que se te meta el calor hasta el tuétano y no te deje respirar, pero como el día está gris (¡me encanta!) la gente se pone camisetas de manga larga y jerseys, como si el hecho de que llueva fuese motivo más que suficiente para vestirse como para ir al Polo Norte y no tiritar ni una vez.
Así que claro, me ven a mí en manga corta, andando como si nada por la acera, con cara de felicidad y piensan que me he vuelto loca... eso, o que soy rara, cosa que no les voy a discutir.
Tampoco pretendo que los paraguas dejen de existir o que nos importe un carajo mojarnos pero, ¿de verdad hay que ponerse así de catastrófico por cuatro gotas? ¡¡¡Sólo es agua!!

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