Hace muchos años, allá por 1.990 más o menos, me fui de vacaciones con mis aitas, mi hermano... y una almohada. Nunca comprendí por qué mi madre se llevaba la pedazo de almohada de 1´35 a cuestas cuando nos iban a dar todas las que quisiéramos en el hotel: mulliditas, de grosores diferentes y de cualquier tamaño... hasta ahora.
Yo antes dormía en cualquier sitio, me daba igual cómo fuese la cama, la almohada, la manta... incluso la habitación; he llegado a dormir tirada en el suelo de un aeropuerto londinense, en las cochambrosas literas de los "coches-cama" de los trenes y en un colchón tirado en el suelo... pero este fin de semana la cruel realidad se ha abierto paso y me ha demostrado algo que sospechaba desde hacía años pero que me negaba a creer... me hago mayor... peor aún... ya no puedo dormir sin mi almohada.
Es triste vivir esa situación: estás en un hotel de 4 estrellas con casi todos los lujos imaginables (¿cuándo les van a obligar por ley a poner un jacuzzi en el baño? debería ser un derecho humano), hay un tropel de gente que te arregla la habitación, te prepara la comida, está pendiente de tus necesidades... pero echas en falta tu almohada. Te tumbas en la cama (que también es extraña) y no puedes relajarte porque tu cuello no se adapta a esa nueva situación. Quieres dormir, pero cada vez que cierras los ojos la ves: triste, en tu cama, sola, y con ojitos de "me estás engañando con otra"... pero no puedes ir a por ella porque ya has pagado el hotel y el impulso de tener a tu disposición una piscina es superior a la necesidad de dormir por las noches.
El único consuelo que te queda es pensar en el reencuentro y asumir que, a partir de ahora, tendrás que viajar con ella allá a donde vayas, como quien se lleva el cargador del móvil... pues tú con la almohada.
Yo antes dormía en cualquier sitio, me daba igual cómo fuese la cama, la almohada, la manta... incluso la habitación; he llegado a dormir tirada en el suelo de un aeropuerto londinense, en las cochambrosas literas de los "coches-cama" de los trenes y en un colchón tirado en el suelo... pero este fin de semana la cruel realidad se ha abierto paso y me ha demostrado algo que sospechaba desde hacía años pero que me negaba a creer... me hago mayor... peor aún... ya no puedo dormir sin mi almohada.
Es triste vivir esa situación: estás en un hotel de 4 estrellas con casi todos los lujos imaginables (¿cuándo les van a obligar por ley a poner un jacuzzi en el baño? debería ser un derecho humano), hay un tropel de gente que te arregla la habitación, te prepara la comida, está pendiente de tus necesidades... pero echas en falta tu almohada. Te tumbas en la cama (que también es extraña) y no puedes relajarte porque tu cuello no se adapta a esa nueva situación. Quieres dormir, pero cada vez que cierras los ojos la ves: triste, en tu cama, sola, y con ojitos de "me estás engañando con otra"... pero no puedes ir a por ella porque ya has pagado el hotel y el impulso de tener a tu disposición una piscina es superior a la necesidad de dormir por las noches.
El único consuelo que te queda es pensar en el reencuentro y asumir que, a partir de ahora, tendrás que viajar con ella allá a donde vayas, como quien se lleva el cargador del móvil... pues tú con la almohada.
3 comentarios:
Eso nos pasa a muchos y no es solo la edad el descanso es algo que nos resta sueño lo cual dificulta nuestra vida el posicionamiento del nuestras cervicales vale una almuada muy cara pero se gana en todo es como las zapatillas lo bueno se paga y no tiene ke ser de marca.
haber usado la cama para otra cosa. No para dormir. Musutxus
Solo uan pequeña rectificación. La almohada a la que te refieres no era de 1´35 era de 0´90.
Te quiere. Aita
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