1 de enero de 2013

Estrenando el 2.013.

Desde el sofá, más temprano de lo que me hubiese gustado, pero con una ración de tortilla de patata a modo de pre-desayuno; no es una manera mala de estrenar un año, para qué nos vamos a engañar.
A este recién estrenado 2.013 le pido paciencia para saber llevar las situaciones que están por venir, habilidad para ayudar a mi hija a convertirse en "hermana mayor" de la mejor manera posible, amor para seguir queriendo a mi marido tanto o más que hasta ahora... pero, sobre todo, besos, cosquillas, caricias, aventuras, magia, juegos, abrazos, ternura... y todo lo que sea necesario para que la gente que me rodea y me quiere (y los que están llegando) se mantenga a mi lado y sigan siendo parte indispensable de mi vida. 
Por un 2.013 que, seguro, nos depara muchas más sorpresas de las que podemos imaginar. Urte Berri On!

29 de junio de 2012

Día mundial del sueño feliz.

Hoy es un día de esos en los que me cabreo. Y me indigno. Y, sobre todo, me entran ganas de ponerme a gritar por la ventana cuatro disparates seguidos.
Sí, utilicé el "método Estivill" para enseñar a mi hija a dormir (¿o debería decir a no llorar como una posesa cuando se despertaba por la noche?). Sí, fue duro oírla llorar durante 3 minutos antes de entrar a su cuarto. Sí, fue difícil explicarle a su padre que era cuestión de supervivencia cuando me miraba con cara de "te has vuelto loca por hacer esto".
Pero sobre todo, era un orgullo y un triunfo decir que mi bebé dormía toda la noche del tirón. Que nosotros dormíamos del tirón. Que dejamos de ser zombies para convertirnos en unos padres algo menos cansados y en mejores condiciones físicas y mentales para atenderla. 
Me horroriza que haya gente por el mundo que califique enseñar un hábito como tortura. Que se jacte de ser mejor madre/padre que el resto porque su hijo duerme con ellos en la cama hasta los 4 años (o los que sean) porque el niño lo ha decidido así. Que se crea con derecho a juzgar a los demás por cómo duermen o dejan de dormir. 
Mi hija no tiene ningún trauma. No me odia. No teme al mundo. Se va a dormir encantada y feliz, sabiendo que sus padres están en la habitación de al lado. Eso no quita que estemos con ella si está mala. O si le pasa algo. O si tiene una pesadilla. 
Yo respeto el colecho, sobre todo porque quiero pensar que todos hacemos lo que creemos mejor para nuestros hijos. Pero estoy harta de la gente que se atrinchera en su mal llamada "maternidad con apego" para atacar a todos lo que no compartimos su manera de actuar. 
Así que sí: apoyo el día mundial del sueño feliz... pero cada uno a su manera. Porque todos tenemos derecho a dormir.  

18 de junio de 2012

Paranoia sobre los juguetes.

No es Navidad. Y no es mi cumpleaños. Pero aquí estoy, sentada en el sofá escribiendo esto mientras a mi lado descansa un descapotable de juguete color rosa chicle de 5 pesetas con una barriguita, un bebé barriguita y un perrito dentro. Qué mono es el conjunto. No se parece en nada a las barriguitas de mi época, pero hay que reconocer que son simpáticas.
Pero hay algo que sí tienen en común con los juguetes antiguos: el embalaje infernal que hace que sacarlo de la caja sea una especie de tortura sin fin elevada a la máxima potencia.
¿Por qué?, ¿por qué cierran las cajas con metros de celo que hay que romper con un cuchilloo de sierra porque hacerlo a mano es imposible?, ¿por qué cada pieza va sujeta a toneladas de cartón con esos alambrillos de pan bimbo, tan retorcidos que ya ni siquiera caben por el agujero por el que entraron?, ¿por qué las piezas pequeñas llevan una goma fina y trasnparente casi imposible de ver aunque te estés dejando las uñas intentando tirar de ella?
Me imagino a la persona que trabaja embalando los juguetes y siento que tiene que ser mala por naturaleza, sino no hya explicación para semejante aberración.
A no ser... a no ser que tenga super poderes y sepa que el mundo va a ser arrasado por vientos huracanados y tifones varios que van a destrozar todo en la tierra, salvo los juguetes que aguanten en sus cajas y que, en realidad, no son simples juguetes sino pequeños robots diseñados para ayudar a la humanidad a sobrevivir al desastre y convertir el mundo en un lugar lleno de descapotables rosa chicle y animalitos monísimos con lacitos rosas anudados al cuello.
Sí, va a ser eso.  

3 de junio de 2012

La gran aventura.

Me pasan cosas raras; cosas de esas que la gente te cuenta como "a la hija de la prima de la sobrina le pasó" y no te crees... pero yo me las creo porque las vivo en primera persona. 
No suelo salir mucho "por la noche" (entiéndase como un horario posterior a las 8 de la tarde), pero el otro día unas amigas me convencieron para ir a tomar algo en plan tranquilo. Mira que ya sabía yo que algo tenía que pasar... pero piqué. Hacía bueno, llevaba una semana encerrada en casa con el bicho y la otitis, me apetecía echarme unas risas recordando viejos tiempos... en fin, excusas varias. 
Así que ahí estaba yo cogiendo el metro a las 8 de la tarde (¡¡8 de la tarde!! dios, qué divertido es trasnochar), dispuesta a pasarlo bien. Y eso se cumplió, para qué nos vamos a engañar.
El hecho de montarme en el último vagón del metro y descubrir que estaba lleno de serrín porque alguna pobre criatura había echado hasta la papilla me tenía que haber dejado ver que la noche iba a ser intensa... pero preferí obviar las señales.
Estando ya las cuatro juntas, y tras sacar una foto de recuerdo porque a pesar de vivir en la misma ciudad sólo coincidimos una vez cada 3 años (y no es broma), nos sentamos a tomar algo. Todas somos adultas. Todas estamos casadas u/o/y arrejuntadas. Todas rondamos los 30 (¡por lo bajo eh!). Todas toman cerveza y vino... todas menos yo, claro. Un batido de chocolate, por favor. Tres caras que son un poema. Descojonadas de la risa. ¡Batido de chocolate! Pajita incluida, por supuesto. Creo que todavía se están partiendo la caja. Soy así, qué le vamos a hacer. 
El tiempo pasa, y como tenía que haber supuesto, el "tomar algo en plan tranquilo" se convierte en "¿nos vamos a cenar algo". El plan mola. Llamo a casa para avisar de que no me han secuestrado y que llegaré un poco más tarde. Todo en orden. 
Nos vamos a uno de esos bares multitarea donde lo mismo te ponen un café como te cocinan un plato combinado. ¿Razón? Las hamburguesas están muy buenas. Vale. 4 hamburguesas, por favor. Y ahí es cuando empieza el principio del fin. 
Mi hamburguesa estaba rica. Cierto. Quizá le faltaban unas patatas fritas para acompañar. Cierto también. Y cuando me he comido la mitad... ¡¡descubro que no tiene carne!! Lo mío es grave. Mis amigas no se lo pueden creer. Yo tampoco. Se lo digo a la camarera, que se queda flipada (más que nada porque me he comido la mitad antes de darme cuenta del fallo). Mil millones de disculpas, las 4 muertas de risa en la mesa, y una hamburguesa nueva y completa en mi plato. Ni de coña me voy a comer esa pedazo de hamburguesa entera. Y lo peor de todo... ¡¡la que no tenía carne estaba más rica!! Repito y reitero, estas cosas sólo me pasan a mi. 
Una vez cenadas, salimos a la calle y me engañan para acercarnos a un bar tipo pub (¡por qué, por qué, por quééééé!). De esto hablaré en otra entrada porque da mucho de sí. 
Son las 12:15. Dios, salí AYER de casa y todavía estoy "de fiesta". La locura. Despedidas, promesas de no dejar pasar otros 3 años para quedar... y nos vamos todas menos una al tren. 
* Nota: ¿Por qué el tren es tan caro? Muy fuerte. Tres veces más caro que el metro. Pero vale, una vez es una vez. 
Llegamos al andén y no hay nadie. Miento, un señor que pasea por allí como quien pasea por la gran vía un domingo con las tiendas cerradas. Nos ponemos a hablar, cotillearr... blablabla... media hora más tarde ahí seguimos y empezamos a preguntarnos "¿habrá tren?". Vamos a ver. La estación estaba abierta. Las canceladoras tambien. TIENE QUE HABER TREN. ¿O no? La 1 de la mañana. Esto ya son palabras mayores. Lo mismo me convierto en calabaza. El señor se ha ido. Preocupante. Se nos ocurre la genial idea de consultar por internet (¿cómo hemos sobrevivido sin móvil tantos años?) los horarios. Y no, no hay tren. El descojono. Menos mal que nos lo tomamos con humor. 
Teníamos que estar de foto: la tres muertas de la risa, con cara de idiotas, recorriendo la estación del tren 40 minutos después de haber entrado. Llegamos a la canceladora y "destino incorrecto". ¡¡Me tienen que estar vacilando!! Somos tres: una ha conseguido pasar, la otra está intentando escalar por la máquina para "colarse" y la que falta, osea yo, me estoy riendo tanto que no atino a hacer nada para salir de ahí. Juro que pensé iba a tener que llamar a los bomberos para que me rescaten. Pero no, a base de insultar a la máquina y meter tarjetas de transporte, no sé cómo, conseguí salir.
La 1:30. ¿Hay metro? sí, hasta las 2... ¿verdad? Paso ligero hasta el metro, canticos varios pidiéndole a los dioses que no perdamos el último y risas, muchas risas. Sí, está abierto. Sólo hay que esperar 20 minutos para que llegue... y nos deje a tomar por saco de casa, porque por algo íbamos a coger el tren, claro. 
A ver quien es el valiente que espera al bus nocturno o, pero aún, que se atreve a ir andando hasta casa sola, a esas horas. Que lo mismo vienen los marcianos y me llevan con ellos... aunque tampoco estaría mal, lo mismo tienen una versión marciana de Ikea en su planeta y allí también te puedes comer un "ñamblat" por 50 céntimos. Ya estoy desvariando...
Decidido: cojo un taxi. ¡Yo cogiendo un taxi! Me estoy haciendo mayor. Y tengo 5 eurazos en la cartera. Con eso me llaga fijo... ¿no? Mejor saco dinero en el cajero, no vaya a ser que me deje tirada a mitad de camino y sea peor. ¿Y si el cajero está cerrado? Una amiga se apiada de mí alegando "eres tú, seguro que te pasa algo" y me deja otras 5 eurazos. Esto es tentar a la suerte, seguro que me atracan. 
Y sí, me atracan: ¡¡en el taxi!! Madre de dios del amor hermoso... subida de bandera: ¡¡¡5´13 euros!!!
5 minutos más tarde, estoy en mi casa. Sana y salva. Son las 2:10 de la mañana. A ver quien es el valiente que me convence para ir a tomar algo "en plan tranquilo". 

30 de mayo de 2012

La casa de Mickey, la otitis y los billetes de avión.

Puedo prometer y prometo que voy a dejar de decir esta frase en breve, pero es que es la verdad: mi vida ha cambiado. Cuando comencé con este blog, escribía en él sentada en la silla del escritorio que tenía en la "habitación del caos", con su mesa, su teclado y su pedazo de ordenador de sobremesa con una torre del tamaño de una nevera portátil, mientras escuchaba en la radio algún cd que me encantase.
Hoy, sin embargo, retomo el blog desde el sofá, con mi portátil del arcaico sobre las piernas, mi bichito sentada a mi lado triturando galletas con chocolate y viendo el énesimo capítulo da la casa de Mickey Mouse (es lo que tiene amanecer con 39 de fiebre y una otitis galopante: licencia absoluta para hacer lo que le da la gana). Para qué nos vamos a engañar: es complicado concentrarse en escribir algo decente cuando tienes que pensar, teclear, hacer mimos con una mano, sujetar el ratón con la otra y, por si fuera poco, prestar atención a las preguntas que salen por la boca del dichoso Mickey. 
¿Se puede complicar más la situación? Sí, se puede. Prueba a hacer todo eso y, al mismo tiempo, buscar tres billetes de avión a Canarias. Para agosto. Y que no sean caros. O, al menos, que no impliquen tener que donar un riñon y el hígado. Hasta la cabeza me duele de la presión.
Pero una, que es aplicada y cabezona hasta el aburrimiento, y que hace uso de los superpoderes de concentración a la par que de abstracción... ¡¡logra el objetivo!!
No sé si sorprenderme de mi habilidad para la multitarea, ponerme a mí misma un monumento por haber conseguido los billetes a "buen precio" (de eso hablaremos en otra entrada) o encerrarme en algún armario con la esperanza de que el bicho se apiade de mí y al menos me deje cambiar de canal y ver otros dibujos esta tarde. 

Decisión tomada.

Y, como os habréis dado cuenta, es que he decidido quedarme con el blog; eso sí, con un cambio de imagen radical. 
¿Por qué? Bueno, son mis orígenes, mis primeros pasos por este mundillo llamado "blogosfera" y, aunque he cambiado, hay cosas que quiero y necesito mantener. 
Porque aún recuerdo el día que lo creé, con más cara de susto que de otra cosa, cuando ni tan siquiera sabía muy bien cómo funcionaba nada; por esas calurosas mañanas canarias en las que me tiraba horas y horas escribiendo en él como si de un diario se tratase y... porque sí. Porque es mi blog. 

28 de mayo de 2012

¿Vuelvo?

Volver o no volver... esa es la cuestión.
El pobre blog lleva abandonado... uuufff... demasiado tiempo... y de un tiempo a esta parte vuelvo a sentir la imperiosa necesidad de escribir y despotricar sobre el mundo que me rodea. 
Muchas cosas han cambiado, eso es verdad. Sigo siendo la misma (pero con un bichito que corretea a mi alrededor), pero ahora me interesan y afectan otras cosas. ¿Será que me hago mayor?, ¿serán las canas cada vez más presentes en mi pelo las que me hacen cambiar de perspectiva?, ¿será que ahora soy madre? Sea como sea, ya no soy la misma. 
Y esa es la mayor de las dudas: mantengo este blog, al que tanto quiero y alegrías me ha dado, ¿o creo uno nuevo, como quien cambia de vida?
Se aceptan sugerencias... si es que aún hay alguien que lo lea :)

19 de marzo de 2010

El primer (y quisiera creer que último) accidente.

Hace un par de semanas, estando con unas amigas hablando del tema niños (ellas no tienen), me preguntaron qué era lo peor de todo y no dude ni por un segundo: lo peor de tener hijos es cuando se ponen malos. Están inquietos, doloridos, sientes que no puedes hacer nada por ellos (o al menos no tanto como te gustaría) y te sientes fatal. Pero ayer por la tarde, muy a mi pesar, descubrí que hay algo peor que eso: cuando tú eres el "responsable" de lo que ha pasado.
Empecemos diciendo que Ixone está bien y que yo, aunque todavía no me quito el susto de encima, ya estoy más tranquila.
Estando en la guardería, todo casi a punto para irnos a casa, no puedo explicar muy bien cómo pasó pero le desencajé el codo izquierdo. Dios. Nunca la había oído chillar así. Se me paralizó el corazón, lo juro. Realmente no sabía muy bien qué le había hecho, pero estaba claro que algo pasaba porque tenía el brazo izquierdo "muerto", sin poder moverlo y caído sobre su cuerpecillo y gritaba como si la estuviesen torturando (en parte era cierto, que yo se lo que duele eso).
¿Qué haces en ese momento? Olvídate de sangre fría y de razonamientos lógicos. La que chilla desconsolada es tu hija de 14 meses, esa a la que tú le acabas de hacer daño (sin querer, obviamente). Y a eso había que sumarle que con nosotras había otros dos niños de 1 y 2 años a mi cargo y con cara de susto.
La cogí en brazos (después de asumir que la avería estaba en el bracito rechoncho de mi niña) y atiné a llamar a mi marido y decirle "ven a buscarme ya, hay que llevar a Ixone a Urgencias". Creo que le quité un par de años de vida sólo con el susto de escuchar a su hija berrear de dolor al otro lado de la línea.
Estuve 10 minutos dando vueltas por la guardería, con la niña en brazos y tratando de no echarme a llorar, al tiempo que le cantaba para que se tranquilizase (mención aparte su valentía: no volvió a llorar nada -salvo cuando se lo colocaron- estuvo relajada, hecha un ovillo en mi regazo y sólo suspiraba de vez en cuando... cuando tenía derecho y motivos para gritar y patalear) hasta que llegaron a por los otros dos niños. No quiero ni pensar la cara de angustia con la que salí a la puerta de la guardería, a decirles que por favor entrasen ellos a por sus hijos por que había habido un accidente con mi hija. Lógicamente no pusieron pegas y, no sólo eso, sino que se ofrecieron a llevarnos al hospital. Al principio dije que no (mi marido estaba de camino), pero la lógica me decía que íbamos a tardar menos y acepté la propuesta (tras avisar a Antonio para que fuese a urgencias directamente). Sólo atiné a cerrar la guardería con llave y a coger el móvil.
Fue el camino más largo de mi vida. Ixone, que no volvió a rechistar (repito que me dejó pasmada su valentía), iba sentada en mi regazo en el asiento del copiloto, con el padre que se ofreció a llevarnos conduciendo (y atajando por donde podía, porque encima había atasco) y tratando de darme conversación para distraerme en lo posible y su hija sentada en la parte trasera, en la silla de auto, con cara de "no entiendo nada de lo que está pasando".
Llegamos a Urgencias y, tras deletrear su nombre completo 3 veces (Ixone Teixeira Ituiño) y reunirnos con Antonio, por fin nos dejaron pasar.

- ¿Qué le pasa a la niña?
- Creo que le sacado un brazo.
- A ver, ponla en la camilla.

Y ahí sí lloró (motivo tenía). Intenté cantarle algo para que se tranquilizase y, aunque realmente lo hicieron en unos segundos y sabía que era por su bien, las hubiese matado a todas por hacerle daño. Pero se lo encajaron. A la primera (creo que mi mayor temor era que le pasase como a mí en su momento). Seguía llorando, pero ya estaba encajado. Me dijeron que saliese fuera, que esperase 5 minutos a ver si se tranquilizaba y observase si movía bien el brazo. Y fue mano de santo. En cuanto cruzamos la puerta de la sala de espera y vio a su padre, le sonrió. Le dimos un llavero (un pato que hace ruido y tiene luces) y se empezó a reír y a zarandearlo de un lado para otro como si no hubiese pasado nada. Con los dos brazos. Los dos.
La que todavía temblaba y lloraba era yo. Pero ella estaba bien. Feliz y contenta. Como si no hubiese pasado nada.
Al de 5 minutos volví a entrar y, aunque se puso como una loca al ver a la doctora (yo hubiese sido incapaz de decir quién era), demostró a manotazo limpio que tenía bien el brazo.
El informe fue rápido "niña de 14 meses, acude por dolor e impotencia funcional en extremidad superior izquierda tras "tirón" para evitar caída". Evité el golpe contra el suelo... pero le saqué el brazo.
No hay secuelas. Por no haber, no hay ni necesidad de darle un calmante. Según la montamos en el coche se puso a aplaudir y, el llegar a casa, ya empezó a gatear como si nada.
Ya ha pasado todo y ella está aquí, pegándole una paliza aun puzzle de madera y tan contenta. No tiene ni un moratón.
Y yo... bueno, se me siguen humedeciendo los ojos cuando me acuerdo y creo que jamás olvidaré el "clack" que oí cuando se le desencajó el codo... pero estoy mejor.
Creo que no actué mal del todo en una situación de estrés y, aunque ahora se me ocurren un montón de cosas que hubiese podido hacer, salí como pude del paso.

27 de febrero de 2010

No ha habido feeling.

Ayer por la tarde estuve en una tienda de azulejos para ver si elegía los del baño y la cocina... menuda experiencia.
El sitio era bastante grande y, como no podía ser de otra manera, estaba lleno a rabiar de baldosas de todos los estilo imaginables: modernas, antiguas, clásicas, grandes, pequeñas... Todo un mundo donde buscar y rebuscar hasta que te vuelves loco y te saturas, con lo que te vas a tu casa hecho un lío y con una comedura de tarro intensa... ¡¡vanos a ello!!
Una señora de la tienda se ofreció amablemente a orientarme en la búsqueda... y no tuvimos nada de feeling. Pero nada de nada. Supongo que por tres razones principalmente:
* Si había dos modelos super parecidos, el más caro siempre era mucho mejor; ¡¡faltaría más!!
* No me escuchó en ningún momento: intenté enseñarle fotos de cosas que me inspiraban y hablarle de mis ideas, pero ella se empeñaba en ir a lo suyo y sólo escuchaba a su compañera, que tenía exactamente la misma visión que ella y a la que sólo le faltaba hacerle la ola cada vez que hablaba.
* La frase "eso no está de moda"... ¡¡¡aaaahhhhhhh!!! Hasta se me subían los colores del cabreo cada vez que lo decía... ¡¡¡me da igual que no esté de modaaaaaaaaaaaaa!!! La que va a tener el baño en su casa soy yo, no una revista de tendencias.
Con todo eso, y después de una semi-discusión porque se me pasó por la imaginación (qué ocurrencia la mía) decirle que para el suelo quería azulejos que no resbalen ("¡¡eso no existe!!, ¡¡tendrías que poner lija en el suelo!!, ¡¡la culpa de que resbale es el jabón, porque sólo hay que limpiarlos con agua caliente!!, ¡¡te vas a quemar en el infierno por pretender no matarte si cae media gota de agua al sueloooo!!"), acabé agotada y con las ideas muy poco claras.
Y así estoy hoy, buscando ideas por Internet (parece ser que mi concepto de "baño pequeño" no es el mismo que el del resto del mundo), haciendo garabatos en el "cuaderno de las reformas" y tratando de olvidar los precios del Leroy Merlin, porque sino le van a dar bastante por saco a la dichosa tienda de ayer.
P.D. Había una sección de azulejos de 15x15 que valían 190 euros el metro cuadrado. Sí, 190 euros, no he puesto un cero de más por equivocación. Bueno, también había otros del mismo tamaño que sólo valían 10 euros... ¡¡la pieza!! Vamos, que por muy pequeño que sea mi baño, creo que alicatarlo con ellos me costaría más de lo que he pagado por la casa completa... ¡¡y sólo son azulejos!!

21 de febrero de 2010

Las tiendas de cocinas.

Las tiendas de cocinas son todo un mundo: tú entras emocionada pensando en lo bonita que va a ser tu futura cocina... y puedes llegar a salir desesperada pensando que eres la persona más rácana sobre la faz de la tierra y que careces por completo de gusto y de sentido común.
Cierto es que dispongo de un presupuesto algo limitado (más quisiera yo no tener andar preguntando el precio de todo, hasta de los tiradores de las puertas) y que quiero un frigorífico americano que es enorme, que aquí no se estila y que le rompe los esquemas a todo el mundo, pero creo que tampoco hay que ser tan cuadriculado, y menos con alguien que es un posible cliente y que se va a gastar unos 6.000 euros en tu tienda, ¿no?

* Tienda 1: "el microondas no queda bien... así que no te lo pongo".

Porque yo lo valgo. Tú le hablas de tus gustos y necesidades y ellos te ponen lo que les sale de las narices. ¿Por qué? Porque sí. Sin más. Yo no tengo la culpa de que mi microondas, al que quiero y adoro porque lleva muchos años conmigo y hace unas alitas de pollo super ricas, sea un poco culón. Cada uno es como es, ¿no? Pues a la señora de la tienda de cocinas le pareció fatal y decidió que, como no podía ponerlo donde ella quería, no se ponía y ya está.
Del frigorífico ni hablamos, claro. Después de mirarme como las vacas al tren e insinuar que me había vuelto loca por querer meter semejante mole en una cocina "grande, pero no tanto", se resignó y lo metió en el diseño. No le quedó más remedio.

* Tienda 2: "el diseño más feo que he visto en mi vida".

Sin entrar en detalles sobre el microondas, que nuevamente fue motivo de disputa (¡¡que no, que no me voy a comprar otroooo!!) y que acabó colocado en un sitio de lo más extraño y antiestético, ch una cocina fea de narices. Pero hasta límites insospechados, ¿eh? Y mira que en apariencia son todas iguales (o parecidas). Pues esta no. Esta era horrible. No sé si era por los colores, por la distribución o por una mezcla de ambas cosas, pero es que era tan fea que daba la sensación de estar vacilándonos.
Y con el frigorífico más de lo mismo. Según la chica todo eran inconvenientes... mira guapa, no me vendas la moto que he tenido uno durante 5 años y es el mejor invento del mundo. Me da igual tú opinión.

* Tienda 3: "yo a mis clientes nunca les pongo nada que no sea carísimo".

Mira que entré en la tienda con la sospecha de que iba a ser todo carísimo... y acerté, pero no dejó de sorprenderme. Soy pobre, qué le voy a hacer. Y me ofenden frases del estilo: "yo pongo todo en una gama alta porque ya si quieres que sea todo barato y malo hay tiempo para cambiarlo". Las puertas cumplen su función, cueste 20 euros o 300. Que yo sepa por muy cara que sea la cocina no hace la comida sola, ni barre de manera automática ni nada por el estilo.
El diseño... bueno, ¿cual de los dos?
a) Lo que yo le pedí: electrodomésticos blancos a la vista, que son más baratos y funcionan igual de bien que los otros; una encimera normalita, que tampoco es que sea regalada; muebles de color naranja, porque siempre he querido tener una cocina naranja y soy yo la que la va a pagar; y mi extraño microondas y su amigo le mega frigorífico.
b) Lo que a ella le gustaría hacerme: una cocina blanca inmaculada con una puerta verde (podía haber disimulado y ponerla naranja, ¿no?), electrodomésticos ocultos, una encimera super cara y, cómo no, un frigo normal. ¡¡¡¡Que me voy a comprar uno americano os guste o noooooo!!!! Parecía sacada de un híbrido entre catálogo de cocinas y una arielita. Y creo que se dio cuenta de que su diseño no era mi estilo... más que nada por la cara de idiota que se me debió de quedar al verlo.

* Tienda 4: "por favor por favor por favor... sólo quiero que me escuches".

Casi mi última esperanza antes de quedar absolutamente traumatizada con el tema cocina (que dios me de fuerzas para enfrentarme al tema baño). Me atendió una chica simpática que... ¡¡me escuchó!! Puso cara rara con lo del frigorífico (pero luego me dijo que le parecía estupendo y que ella se compraría uno si tuviera sitio donde meterlo) y anotó las medidas del microondas sin rechistar. Bien empezamos. No me repitió hasta la saciedad que hoy por hoy no se llevan nada las cocinas naranjas (cosa que, sinceramente, me la trae bastante al pairo); estuvo de acuerdo conmigo en que, aunque los metalizados sean más bonitos, los electrodomésticos blancos son mucho más rentables; y no tuvimos que discutir sobre el grosor de la encimera.
Vamos, que salí encantada... y lo estuve aún más cuando un par de días más tarde me enseñó el diseño... del que os hablaré en el siguiente post, que va para largo.

¡¡¡Por fin tengo tienda de cocina fichadaaaaaa!!!

P.D. Por si a alguien le extraña que no me haya ido directamente a Ikea... fui. Y flipe. Y me encantó (estética y, sobre todo, precio). Pero mi cocina nueva tiene una columna a la altura de los fuegos y, al no tener armarios a medida, no terminaba de cuadrar bien. Con todo el dolor de mi alma, queda descartada :(

19 de febrero de 2010

Me llamo Naiara y soy adicta a las reformas.

O eso es, al menos, lo que debe de pensar parte de mi familia y los gremios que hace poco más de un año me reformaron la casa y a los que he vuelto a contratar para reformar... ¡¡mi casa nueva!!
Vale, todavía no es legalmente mía (por la señal que he dado creo que sólo me pertenece el felpudo y la manilla de la puerta), pero yo la siento como si lo fuera.
Y es que mis vecinos "han ganado", qué se le va a hacer. Hemos decidido que, o nos medicamos, o directamente los matamos a ellos... y como no estamos por la labor de que nuestra hija crezca viendo a sus padres entre rejas, poco después de Año Nuevo nos volvimos locos y pusimos la casa a la venta.
En dos semanas estaba vendida.
En dos semanas habíamos encontrado una casa para nosotros. Más grande. Más luminosa. En mejor calle (del mismo barrio). Y con un feeling que te mueres. Tanto, que Ixone se pone super contenta cada vez que está dentro. Esta niña mía es muy lista.
Y ahora toca la guerra... de nuevo. Vale que esta vez no estoy embarazada de 8 meses, pero tengo un bebé de 13 meses que no se puede ir a vivir debajo de un puente, así que ya he empezado a meter presión a los obreros... ¡¡tenéis mes y medio para hacer todoooooooo!!
Qué estrés. Qué locura. Todo sea por mi salud mental... y por la de mi familia.
Informaré de la reforma, de la extraña experiencia de enfrentarse a todo el mundo por un frigorífico y de todas esas cosas que acarrean las reformas... ¡¡viva el caos!!

P.D. Después de casi un año... ¡¡he vuelto!!

2 de mayo de 2009

Mis queridos vecinos.

Mis queridos vecinos, que acostáis a vuestros pequeños gemelos de dos años a las 11 de la noche en los días "normales" y más tarde de las 12 en los fines de semana y festivos.
Mis queridos vecinos, que dejáis vuestras cosas en el rellano de la escalera como si fuese parte de vuestra casa y no una zona común en la que no debería haber nada.
Mis queridos vecinos, que hacéis fiestas en vuestra casa de 40 metros cuadrados invitando a toda la familia y haciendo partícipes (involuntarios, por supuesto) de vuestras celebraciones al resto de los que vivimos en vuestro mismo edificio.
Mis queridos vecinos, que pasáis la aspiradora a las 10 de la noche aún sabiendo que el suelo de la casa es de madera y molestáis a todo el mundo.
Mis queridos vecinos, que despertáis a mi pobre hijita por culpa de vuestros ruidos y brusquedades.
Mis queridos vecinos, que parece que participáis a diario en una competición de portazos.
Mis queridos vecinos, que no sentís respeto por nada ni por nadie. Que sois motivo de mis más profundos y malvados pensamientos. Que inspiráis maldades diversas en mí.
Mis queridos vecinos... algún día venderé esta casa (o la alquilaré) y buscaré a un nuevo inquilino ruidoso, sucio y maleducado para que os haga companía. Para que os sintáis como en casa. Para que, en definitiva, viváis con gente de vuestra calaña.
Mis queridos vecinos...

28 de febrero de 2009

El fin del mundo.

El fin del mundo ya está aquí. Y no lo digo porque lo haya dicho algún loco en la tele, sino porque ayer por la tarde fui testigo directo de la más temida profecía: llovieron zapatos del cielo. Bueno, para ser más exactos debería decir que era calzado de niño y que caía desde la azotea de una edifico de unas 6 plantas, pero a todos los efectos el resultado era el mismo: todo el mundo mirando hacia arriba con cara de sorpresa y conductores aterrorizados al ver que sobre sus coches caían diminutas botas de plásticos y blanditos zapatos de bebé.
Estaba yo paseando a mi bichito (que es la causante directa de que el pobre blog esté medio muerto, porque desde que está en mi vida no tengo tiempo ni de depilarme las cejas... que el otro día aproveché mientras dormía y tardé 3 horas en quitarme las melenas de las susodichas, que luego se me quedaron tan rojas como dos tomates enrabietados... y es que se vive muy bien sin que te ataquen con unas pinzas y te arranquen los pelos) por el centro de la ciudad cuando, al pararnos en un semáforo que estaba en rojo, ví caer algo al suelo. El primer pensamiento fue : "un pobre pajarillo que se ha empotrado contra una ventana y ha caído K.O.", pero no me pareció que eso pudiese causar semejante atasco de coches y tortícolis en los viandantes, de modo que mirando más detenidamente descubrí un montón de zapatos en la carretera y en las aceras. Y yo, que como ya sabéis tengo una mente algo retorcida, pensé que podía ser una pelea de pareja en la que uno de los dos tira todas las pertenencias del otro por la ventana después de haber descubierto que le es infiel... pero no cuadraba con que fuesen zapatos de niño y de bebé, así que otra teoría fallida.
Y ahí me quedé, mirando al cielo como una idiota y poniendo cara de susto cada vez que veía volar algo, sonriendo (soy mala, lo sé) al ver la cara de pánico con la que pasaban los conductores de los coches al sospechar que una catiusca podía caerles sobre el parabrisas y mirando con cara de mala leche a todos los que decían que tenía que ser un niño el que la estaba liando tan gorda... ¿¡pero por qué!? A mí más bien me parecía el acto de una viejecilla psicótica que vive con 50 gatos en un piso de 10 metros cuadrados y que lo hace porque le hablan por la noche diciéndole que queme el edificio y ella, que no quiere hacerles caso porque entonces a ver qué hace con sus tropecientos minimos, decide acabar con la tentación y los tira por la ventana... ¿acaso no es una teoría bastante más creíble?
No sé cómo acabó la historia porque vino la policía y la lluvia cesó... ¡¡pero estaré atenta al telediario a ver si dicen algo!!

23 de diciembre de 2008

Feliz Navidad.

No, no me han abducido los marcianos ni me he tragado una alcantarilla... sigo vivita y coleando, aunque con unos niveles de estrés que pensé jamás podría alcanzar ningún ser humano. Encerrada en la cocina de mi nueva casa, con dos carpinteros llenándome la sala de polvo (tienen la excusa perfecta: ¡¡ponerme una puerta blindada nueva!!) y a falta de comprar un par de regalos de Navidad, he decidido dar señales de vida (que ya era hora, lo sé) para felicitaros a todos la Navidad y deciros que, aunque no sé muy bien cuándo, prometo reanimar el blog, que ya sé que lo tengo bastante abandonado... pero que conste que es por razones de fuerza mayor, ¿eh?
Desde aquí os mando todos mis buenos deseos y esas cosas típicas navideñas y, sobre todo, fuerzas para la cena de navidad, para comer hasta reventar, para abrir muchos regalitos, aguantar el chaparrón familiar y... ¡¡ser capaces de comeros un kilo de langostinos del tirón!!
Lo dicho:
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

25 de noviembre de 2008

Demasiada información.

Menudo chasco me he llevado. Bueno, chasco y cabreo. Os cuento lo que me ha pasado, a ver si es que me he vuelto loca y lo estoy exagerando.
No sé si conocéis la margarina Artua, uno de esos pringues que se usan para desayunar untados en una tostada o para hacer croquetas de jamón que están super ricas... Yo siempre he usado esa, al menos desde que tengo uso de razón (de hecho, casi me hecho a llorar cuando me mudé a Canarias y descubrí que también la vendían allí... ¡¡qué ilusión!!), así que hace un par de meses, cuando ví la última promoción que han sacado pensé "esta es la mía". En teoría era sencillo: enviando tres tapas de aluminio te regalaban un exprimidor (aparato que me viene bastante bien porque el mío está en estado comatoso y al borde de la muerte). De modo que me empapucé a Artua, hice croquetas, brownies y todo lo que se me pasó por la imaginación para poder juntar las tres tapas, y cuando ya las tengo y estoy a punto de mandarlo leo la letra pequeña y pone que hay que enviar "las tres tapas y el tiquet de compra"... ¿¿¡cómo!??
¿Para qué co** quieren el tiquet?, ¿están insinuando que lo he robado?, ¿no se fían de mi honestidad y suponen que la crisis me ha llevado al extremo de arrancar las tapas de alumino en el super y devolver el bote de Artua a la estantería?, ¿o acaso creen que he obligado a una pobre viejecilla a comprármelos, en cuyo caso debería darles igual porque la cuestión es que consiga las tres tapas y no cómo las consiga?
Peor aún, ¿por qué tengo que darles tanta información? No creo que nadie vaya al super a comprar sólo eso, así que si les doy el tiquet podrán saber qué compro, en qué cantidades, cada cuanto tiempo, cómo pago, a qué hora voy al super, en qué día... ¿para qué necesitan tanta información?, ¿pretenden utilizarme como objeto de estudio sin darme nada a cambio? (un triste exprimidor no me parece suficiente pago para tantos datos, la verdad), ¿en qué clase de mundo vivimos? A este paso vamos a tener que mandar un análisis de sangre completo para poder participar en cualquier sorteo... ¡¡no me parece justo!!

18 de noviembre de 2008

2 años ya...

El tiempo pasa rápido y, aunque hoy parezca un día cualquiera, hace exactamente dos años fue, sin duda, el más feliz de mi vida.
Gracias por hacerlo realidad y, sobre todo, por darme el mejor regalo de aniversario que jamás soñé poder tener: nuestra pequeña Ixone creciendo en mi interior.
Te quiero cariño. En lo bueno. En lo malo. Con lluvia. Con sol. Y, sobre todo, en cualquier lugar del mundo. Para siempre.

16 de noviembre de 2008

Reformar o no reformar... he ahí la cuestión.

Finalmente... ¡me compré la casa! Así que ya soy propietaria, ¡cómo mola! El día que firmas las escrituras, te arruinas y te dan las llaves te sientes como raro... al menos a mí me pasó. Vas a tu casa, que aún tiene una pequeña parte de los inquilinos anteriores (en mi caso esa pequeña parte eran pelusas del tamaño de un diplodocus) mirando cada rincón y tratando de imaginar tu vida allí dentro... pero primero hay que pasar por la temida fase de ¡¡¡las reformas!!!
Miedo, mucho miedo. Pero de perdidos al río, qué carajo.
Después de tantear un par de empresas y decidirme por una en concreto (conocidos de mi aita... si es que la confianza da asco... ¡el electricista me conoce desde que era cría!), llega el momento de ponerse serios, poner cara de poquer y, con una mano sobre la tripa y la otra estrujando el ciático a ver si deja de molestar un ratito, hacerles saber que no tienes tiempo para tonterías y que, al menos en tu caso, es estrictamente necesaria una fecha de fin inamovible. Y es que a nadie le gusta cabrear a una embarazada, eso está claro.
Así que te compras la casa, tu casa... y pagas a alguien para que te la destroce... también son ganas la verdad. Si es que parezco masoca. En estas dos últimas semanas me han tirado dos tabiques, han hecho agujeros en las paredes y me han llenado los marcos de las puertas de chorretones de cemento... ¡¡y encima me cobran!! Y ahora "sólo" falta que me levanten el suelo completamente para ponerlo nuevo... vamos, que los vecinos tienen que estar encantados con los nuevos inquilinos... jejejejeje...
Aparte de eso (y de haber visto medio desnudo a uno de los obreros... ¡pero fue sin querer!), todo va bien. Estamos dentro de fechas y, con suerte, en dos semanitas ya estará todo terminado... ¡prometo seguir informando!

27 de octubre de 2008

Buscando casa (capítulo 5).

* Casa 12: "¿dónde está el truco?".

Segundo piso con ascensor. Cocina y baño reformados. Ventanas nuevas. Calefacción de bajo consumo. Buen barrio. Al lado de dos parques. Precio sorprendente (lo que no significa que sea bajo, ¿eh? Aunque para lo que se ve por ahí...). Cuando me llamaron de la inmobiliaria, obviamente pensé que había gato encerrado y fui a verlo en actitud bastante escéptica... hasta que entré y vi que era todo cierto. Una cocina enorme, nueva y totalmente equipada (¡¡con lavavajillas!!). Un baño no muy grande pero reformado, con ducha y grifos tan fashion que voy a tener que hacer un master para saber utilizarlos. Sala y dos dormitorios. ¿El truco? Los dueños tienen que vender el piso por narices y lo acaban de bajar un 20%. En definitiva: piden por él lo que les costó a ellos... hace cinco años.
Veredicto: ¡¡¡me lo quedooooooo!!!
Continuará...

¡¡Mi cocheeee!!

Ha llegado el coche. Después de tanto rollo con los dichosos papeles para poder ir a recogerlo al puerto (se han tirado más de una semana intentando encontrar maneras para cobrarnos más de lo que ya habíamos pagado para traerlo), el otro día fui a buscarlo. Después de recorrer el puerto con cara de despistada, pararme detrás de una fila de camiones, dar un par de vueltas a lo tonto y decidirme, finalmente, por preguntar dónde era, encontré el almacén donde tenían el container. Y no fue fácil hablar con el encargado, un espécimen digno de ser llamado “el eslabón perdido”, con olor a chimichurri, una camiseta naranja fosforita llena de mierda, cara de llevar de resaca desde el año pasado y un único brazo. Me daban escalofríos sólo de mriarlo... y después casi me da algo cuando se puso a rascarse la espalda y me enseñó la raja del culo... una visión que mucho me temo ha quedado grabada a fuego en mi cerebro por siempre jamás.
Después de comprobar que tenía todos los papeles y hacerme preguntas del tipo “si no eres capaz de decirme exactamente el número del container que tengo que abrir no te doy el coche”, tuve que esperar a que viniese un guardia civil a abrirlo y controlar lo que había dentro (ni que haya metido el arca de noé en el maletero), para dar el visto bueno y sacarlo. Esta operación, aparentemente sencilla, duró aproximadamente una hora porque luego tuve que esperar a que viniese alguien a quitarle los “arneses” y luego a que viniese alguien a sacarlo, cosa que también podía hacer hecho yo, pero bueno.
Y así, hora y media después de mi entrada en el puerto y tras saludar a los de la aduana con cara de buena para que no me parasen (que no tenía nada que esconder, ¿eh? Pero tampoco me apetecía tirarme allí toda la mañana), salimos mi coche y yo triunfantes, dispuestos a perdernos por estas nuevas carreteras y aterrorizados pensando que si nos descuidamos podemos acabar en Cuenca.
Próximo objetivo: ser capaz de ir de excursión sin perdernos.

Buscando casa (capítulo 4).

* Casa 9: "mira lo que no te puedes comprar".

No sé qué tipo de táctica comercial será, pero me parece de lo más cruel enseñarte casas que no entran para nada dentro de tu presupuesto. Y esto fue lo que pasó en este caso: una casa grande, muy bien situada, en perfecto estado... y que superaba en unos 10 millones mis posibilidades... y es que los de las inmobiliarias deben de pensar que pedir una hipoteca es como comprarse unos zapatos nuevos... vamos, nada que te vaya a acompañar durante los próximos 40 años.
Veredicto: si pudiera... pero no es el caso. Siguiente casa, por favor.

* Casa 10: "la extraña distribución".

Para llegar hasta esta tuve que subir unas 100 escaleras empinadas... pero no me dejaron quejarme, a pesar de la pedazo de tripa que tengo a estas alturas, porque como soy joven unas “escaleritas de nada” no son impedimento suficiente para negarme a comprar una casa... ¡faltaría más! Lo cierto es que no recuerdo demasiado bien la casa (salvo que a uno de los dormitorios se entraba a través de la cocina... ¿?), pero si llego a escuchar una vez más que “el barrio es muy tranquilo” mato a alguien... eso no era tranquilidad, eso era como vivir en mitad de la nada, con la única compañía de un bar y 6 viejos sentados en un banco... ¡¡qué lata!!
Veredicto: demasiadas escaleras, gracias. Siguiente casa por favor.

* Casa 11: "¡¡el muro ni tocar!!".

Esta estaba al lado de la anterior, de modo que el tema de las escaleras y la dichosa tranquilidad seguían presente... mal rollo. Pero lo mejor de todo era la oposición del dueño a cualquier tipo de reforma. Vamos a ver... si tú vendes una casa deja de ser tuya y, por lo tanto, dejas de tener poder decisivo sobre las futuras reformas, ¿no? Pues no... el chico en cuestión se indignaba de manera sorprendente si insinuabas que “tirando esta pared podría quedar bien”, “habrçia que arreglar el suelo” o “esta persiana está estropeada, ¿verdad?”. Su respuesta, acompañada de una mirada amenazante, siempre era la misma: “ah no no, esta casa no se toca, que yo he vivido aquí toda mi vida y está perfecta”. Pues quédate tú, campeón.
Veredicto: directamente, no me interesa. Siguiente casa, por favor.

* Casa 13: "¿qué hace esta niña merendando aquí?".

La zona seguía siendo la misma: misma tranquilidad (o cantidad suficiente de aburrimiento como para cortarte las venas cualquier domingo por la tarde), mismas escaleras y mismos viejos vigilándote desde un banco. Una casa bastante vieja, hecha polvo, a reformar casi por completo... ¡¡¡y con una niña merendando dentro!! Casi me da un infarto cuando entré en la habitación de una casa deshabitada y encontré a una cría de unos 5 años comiéndose un trozo de bocata y un yogur apoyada en una banqueta y mirándome con cara de “¿qué haces tú en mi territorio?”.
Veredicto: la casa no me mola y la niña me da mucho miedo. Siguiente casa, por favor.